En una columna del Tiempo publicada en la última página de “Debes Leer” (sep. 4), Juan Manuel Santos afirma: “Gracias al Acuerdo de Paz, después de varios años de espera los colombianos tendremos la oportunidad de recibir en nuestro país la bendición del Santo Padre y su mensaje de paz y reconciliación”.
O sea, Santos, con el mayor descaro, se adueña de la visita de Francisco. Según él, Su Santidad nos honra con su presencia exclusivamente porque se firmó el Acuerdo de La Habana. De otra manera, no vendría. Según dicha columna, Francisco viene a bendecir a Santos y a condenar a sus enemigos, a quienes Santos denuncia como enemigos de la paz. ¿Es eso cierto? Me parece que la cancillería vaticana debe responder a esta pregunta.
Los colombianos, más aun los católicos, tenemos derecho a saber si el Papa Francisco viene a darle un espaldarazo político a Juan Manuel Santos en vísperas de elecciones, y a condenar a quienes, en aras de obtener una paz duradera, buscamos un acuerdo más ecuánime y sensato, sin impunidad para quienes cometieron los crímenes más atroces que haya sufrido nuestra patria, reconocidos internacionalmente como crímenes de lesa humanidad.
Santos afirma que Francisco encontrará en Colombia: “(…) una nueva historia en la que todos pueden perseguir sus sueños sin el miedo de que sean truncados por el conflicto con las Farc.” Y asegura que millones, que han salido de la pobreza en estos años, lo recibirán llenos de esperanza.
¿De qué habla Santos? Su columna más parece un cuentico rosa, escrito por un joven adolecente, cegado por su carencia de madurez que ve todo lindo y romántico, y no por el Presidente de una nación que atraviesa una profunda y muy preocupante crisis, económica, social y moral.
Lo que el Papa verá, si tiene bien abiertos los ojos, será la pobreza de un pueblo hambriento, al cual no le alcanza el sueldo para pagar un IVA del 19 por ciento y está abrumado por el costo de la vida. Verá un país arrinconado por la corrupción más vergonzosa de su historia, donde funcionarios se roban hasta el dinero de los alimentos para los niños en las escuelas, jueces y magistrados venden sus fallos al mejor postor, congresistas reciben mermelada del Presidente, en forma de nombramientos y contratos para sus amigos, para que aprueben a pupitrazos las leyes necesarias para la implementación del Acuerdo de la Habana, acuerdo negado en las urnas el 2 de octubre del 2016 por la mayoría del pueblo colombiano.
El Papa Francisco encontrará una nación donde la democracia se desfigura con rapidez. Una Colombia aterrada de correr el mismo camino de Venezuela; donde el emblema político del partido de las Farc resplandeció, descaradamente, sobre la fachada de la Catedral Primada, como lo vimos hace unos días.
Es indispensable que el Papa sea muy claro, ¿es él un peón político de Santos? ¿Un admirador de las teorías marxistas de las Farc? Mucho se habla de su posición política, profundamente ligada a su posición pastoral. ¿Viene Francisco a defender a los pobres o a defender a los socialistas del siglo XXI, lobos comunistas disfrazados de ovejas?
Con inmenso cariño Colombia espera a Francisco como pastor. Ojala no venga a “armar lío” como afirma el periodista Yago de la Cierva.