Como lo había presentido en nota anterior, el Presidente tenía claras intenciones de ceder ante la presión del Eln para que reanudara las negociaciones de Quito. Esta guerrilla asesinó a 22 policías y militares después de que rompió las negociaciones y amenazó al Gobierno con extender su acción terrorista a Bogotá, Medellín y otras ciudades.
La zanahoria que ofreció fue suspender sus acciones por unos pocos días, durante las elecciones parlamentarias y el Presidente, cual Hamlet, se preguntaba “¿Qué hago con el Eln, sigo insistiendo o rompo, como quiere la opinión pública?, porque hoy toda la opinión está en favor de romper los diálogos”. Y volvió a aducir el argumento de la paz, de los muertos que el país evitaría si reanudaba los diálogos: “Cuántas vidas cuesta romper los diálogos en este momento o cuántas vidas nos vamos a ahorrar si seguimos insistiendo”. Es equivalente a decirle a las bandas criminales, como el Clan del Golfo y otras, que el gobierno les daría impunidad y ventajas políticas si dejan de delinquir.
Policías y soldados arriesgan sus vidas diariamente para evitar que los criminales desarrollen sus actos delincuenciales, podemos entonces preguntarnos si se deberían abolir las fuerzas armadas y acceder a las peticiones de los malhechores. Claro que se ahorrarían vidas, tanto de la ciudadanía en general como de las fuerzas armadas, pero no es difícil imaginar el caos social que se produciría. Si los criminales ven que los delitos de las Farc y del Eln no solo quedan impunes, sino se premian con curules en el Congreso, es obvio que esto animará a las bandas criminales, existentes o que se creen al efecto. Si llegan a tener la fuerza suficiente para hacer daño apreciable asesinando miembros de las fuerzas armadas, volando oleoductos, secuestrando y extorsionando ciudadanos, el Gobierno estaría dispuesto a negociar con ellos para suspendan sus actividades, no tengan que pagar cárcel por ellas y puedan disfrutar de sus mal habidos bienes.
El presidente Santos era consciente de que si reanudaba las negociaciones antes de las elecciones parlamentarias el partido de la U sufriría un gran descalabro, pero no esperó mucho y al día siguiente, el lunes 12, anunció haber dado instrucciones para que se retornara a la mesa de negociaciones “pensando en la vida, en salvar vidas, para que no haya más heridos ni mutilados, para que no se produzca más daño a la infraestructura o a la naturaleza…" y elogió al Eln por haber respetado el cese al fuego unilateral durante las elecciones. Santos ya no arriesga nada políticamente, pero no pasará a la historia como el Presidente de la paz, sino como el presidente que claudicó ante la violencia guerrillera arriesgando el futuro de Colombia.