El secuestro, tortura, violación y muerte de Yuliana Samboní, una pequeña de 7 años, fue la gota que colmó la copa de una sociedad acorralada por la violencia, el desgobierno y la incapacidad de los fiscales y jueces de hacer cumplir las leyes e imponer castigo a los criminales.
Este horrendo crimen, ocurrido en Bogotá, es solo uno de los miles y miles que se reportan anualmente en toda Colombia. La violencia contra la mujer es endémica del país y, a pesar de las leyes que existen, la mayoría de los casos, aproximadamente 98 por ciento, quedan impunes.
Sin ir más allá, tenemos los múltiples crímenes cometidos contra la mujer y específicamente contra las menores de edad, por los integrantes de las Farc, muchas veces planeados y condonados por sus líderes, que hoy luego de la implementación de la “famosa‘’ justicia transicional del Acuerdo de Paz, quedarán prácticamente sin castigo.
Esta impunidad exacerba a la sociedad que se siente vulnerada y desamparada ante toda clase de crímenes. ¿Cómo pueden reaccionar un padre al que le arrebataron su hija y nunca vuelve a saber de ella; o que cuando finalmente regresa, al cabo de años, ha sido humillada y desmoralizada por un sin número de abusos cometidos en su contra, inclusive múltiples violaciones y abortos? ¿Cuánto dolor acumula ese padre, su familia y la sociedad que lo rodea al saber que los culpables no tendrán más castigo que unos pocos años de trabajo comunitario?
El rencor acumulado ante tanta violencia e impunidad y la ineficacia de quienes nos deben proteger, hace que seamos una sociedad hastiada, exasperada y altamente explosiva.
No en vano, la reacción ante el crimen de la pequeña Yuliana ha sido tan violenta. El supuesto criminal estuvo a punto de ser linchado y será milagroso que no lo asesinen en la prisión, pues está amenazado de muerte por los otros presos.
Los medios, las redes sociales y personalidades de todas las especies, se halan el pelo ante el horror del crimen cometido y piden la hoguera contra el culpable. Hasta Santos se sintió en la obligación de participar con un tweet. Más parece un acto de la Inquisición que la búsqueda sensata de justica. Ojala tanta indignación no quede en nada, como suele suceder.
¿Dónde estaban todos estos “justos” cuando un padre, padrastro, hermano viola a una niña por años y nadie dice o hace nada, cuando mueren niños indígenas por hambre y maltrato, cuando el machismo hace su presencia con puños, patadas, machetes, ácido o balas en los hogares colombianos? ¿Dónde está el Gobierno que nos debe proteger, dónde los fiscales y los jueces jueces?
Con razón, la furia y la impotencia corroen a nuestra sociedad. Pena de muerte, cadena perpetua, castración química, demandan hoy el pueblo y sus líderes. Yo pregunto ¿Para qué más leyes, si las que hay no se cumplen?
Lo primero que hay que hacer es acabar con la impunidad y exigir respeto por la mujer, desde la cuna. Respeto en el lenguaje que se utiliza hacia ella, en el trato, en cada momento de la vida.
¡Ni un día más sin justicia hacia las mujeres! ¡Destitución o cárcel para los jueces que no sean capaces de aplicarla! ¡Ya se nos colmó la copa!