Todo tiene un límite | El Nuevo Siglo
Martes, 25 de Octubre de 2022

Cada fin de semana cuando me dispongo a escribir esta columna, abrigo la esperanza de enfocarme en temas más gratos y menos institucionales, pero a fuerza de las circunstancias termino refiriéndome a la seguridad ciudadana y con ella desembarco en la institución Policía nacional, su misión, todos sus componentes, especialidades y medios al alcance de la operatividad.

Quienes afirman que la policía es irremplazable frente a las calamidades públicas y clamores ciudadanos, tienen profusa y sobrada razón, la historia da fe de cómo la institución con sus efectivos hace presencia en escenarios, de diferente factura, sin evadir en lo más mínimo la responsabilidad y compromiso con el orden ciudadano, la sociedad y autoridades que soportan en la eficiencia y profesionalismo de la institución, el éxito de su gestión.

El diario vivir del patrullero se refiere a recorridos de observación, con intervenciones en caso de necesidad, atendiendo con premura y validez todos los llamados ciudadanos, víctimas de innumerables ataques venidos de antisociales y personas salidas del orden y las buenas acostumbres. Es un trabajo desgastante y riesgoso a más que abarrotado de sorpresa, muy necesario para el seguro vivir de las colectividades y el orden social. Pero cuando se subvierte el orden público no pude negarse a tratar de restablecer la normalidad y aun estando en inferioridad de condiciones debe hacer frente al motivo de alteración.

Es por ello que estos personajes vestidos de verde son los primeros blancos de las turbas, por identificarlos como enemigos y obstáculos para sus objetivos. Es el caso del día 19, en la capital, cuando algunos indígenas emberás se pronunciaron con agresividad en protestas por asuntos que no vamos a debatir, pero si es saludable hacer un somero análisis de lo ocurrido. Se diría que los hombres y mujeres representantes de la policía nacional, de servicio en el entorno, tuvieron una actuación plausible y profesional porque estoicamente soportaron los ataques venidos de una turba, que pudo arrebatarles la vida. ¿Cuál sería el concepto ciudadano si una de estas unidades, en uso de su legítima defensa agrede un indígena? ¿Será que las impresiones cambian? ¿Será que la brutalidad policial brilló ante estas comunidades que reclamaban sus derechos?  ¿Escucharíamos demandas pidiendo el retiro de los patrulleros?

Pero recordemos la escena que las redes sociales nos mostraron, donde una mujer emberá, soportando un párvulo a sus espaldas, repartía piedra a diestra y siniestra contra policías, ciudadanos y todo ser viviente en el lugar. ¿Qué hubiera pasado si los gases utilizados en el sector para reducir la protesta causan efector nocivos en el menor? ¿Será que las cartas se cambian y como es costumbre la institución con su personal resulta siendo responsable? ¿Por qué esa madre defendiendo sus derechos y familia luchaba contra el Esmad?