El bombardeo de las instalaciones militares sirias cerca de Homs señala la entrada definitiva de Donald Trump en la escena política internacional. Todo lo que había dicho (y hecho) hasta entonces, por sí mismo o por las interpuestas personas de su séquito, no ha sido más que una sonora fanfarria, interpretada al modo de obertura. El drama sólo empieza desde ahora. No puede saberse aún cuál vaya a ser su género: si tragedia, comedia, farsa o algún otro.
El telón de fondo no podría ser más oportuno para quien sabe muy bien cómo ser oportunista… Corea del Norte en actitud provocadora. Un reciente ataque químico fácilmente atribuible al régimen de Bashar el Asad, teniendo en cuenta el precedente de 2013, cuando cruzó con toda impunidad la “raya roja” trazada por Obama. La permanente necesidad de reiterar y demostrar que el gobierno de su predecesor fue un terrible y completo “desastre”. El premier chino de visita en Washington, justo después de que por allí también pasara el rey jordano. Una incómoda sombra de rusofilia que se cierne sobre algunos de sus áulicos ─y la urgencia de deshacerse de ella. La importancia de hallar sintonía con su propio partido y ─por una vez al menos─ incluso con Clinton y hasta con los defensores de derechos humanos. El enésimo veto liderado por Moscú, valedor de oficio (aunque no gratuito) de Damasco en el Consejo de Seguridad… La ocasión perfecta, en fin, para demostrar que es el hombre correcto para “hacer algo”, y de paso, que gracias a él “América” está siendo grande de nuevo.
Naturalmente, el bombardeo no desatará el nudo gordiano que durante los últimos años ha venido engrosándose y enredándose más y más en Medio Oriente. Se trata de una acción punitiva que tendrá a la larga un impacto militar muy limitado, y que, por otro lado, poco afectará la relación de fuerzas sobre el terreno. Mucho menos va a catalizar el cambio de régimen en Siria, ni afectará las expectativas de Rusia en la región sustancialmente. Una acción inesperada e imprevista, que muy poca o ninguna confiabilidad adicional va a generarle. Una acción quirúrgica, acaso contundente en su estrecho y preciso propósito inmediato, pero que poco ayuda a contestar la pregunta sobre el principio o doctrina de su política exterior, que sigue siendo inescrutable.
Una acción efectista, pero no exenta de riesgos, el peor de los cuales quizá sea que absolutamente nada cambie en Siria, aunque quede la impresión de que, por fin, algo se ha hecho
*Analista y profesor de Relaciones Internacionales