Iniciemos por el domingo de votaciones, día que salimos con mi señora muy temprano a votar ya que, por fortuna y estrategia familiar, lo hacemos en el mismo lugar, solo que en esta ocasión cuando llegamos ya había una larga fila de votantes. “Buen presagio, le comenté”, pues en otras ocasiones encontramos el escenario menos concurrido. Con optimismo y tranquilidad cumplimos nuestra obligación y entramos en modo espera, con la seguridad de asistir a una jornada en paz, sustentados en esa primera y grata impresión.
Se votaba ante todo por el cambio, ese anhelado salto hacia una Colombia más equitativa, unida y comprometida con su juventud, donde las oportunidades dancen a la vista, dando espacio preferencial al sector rural, tan urgido de oportunidades, apoyo y auxilios permanentes en todo sentido. En una palabra, asistimos a las urnas con la gran esperanza de un amanecer promisorio.
Pasaron las horas y el resultado no se hizo esperar, el país asistió a la cita y con una votación abrumadora ente los dos candidatos, escogiendo libre y limpiamente a Gustavo Petro como su futuro presidente. Debemos reconocer el compromiso ciudadano, debemos reconocer el esfuerzo de la fuerza pública para asegurar el orden y la calma, poniendo máxima entereza en el cumplimiento de su misión, debemos además presentar un agradecimiento a las personas responsables del control, en los lugares de votación y escrutinio. Resumamos en reconocer el cumplimento con el compromiso patrio de todos los asistentes al magno evento.
Ahora dirijamos la mirada hacia el nuevo presidente y sus retos, que la verdad son muchos y de gran calado, donde figura como punto de partida la unión de esta adolorida patria que ha vivido un enfrentamiento permanente entre diferentes sectores. Ante ello urge potenciar la esperanza en un futuro prometedor. Es un momento de quiebre que no podemos perder y, por el contrario, aprovechar sustentándolo con la gobernabilidad en la ley. El estado cuenta con una fuerza pública profesional y respetuosa de los principios constitucionales, que la convierten en soporte del orden, la justicia y defensa de los derechos ciudadanos.
Todo lo anterior sin olvidar ciertos retos de orden nacional identificados con la amenaza permanente del narcotráfico, azote que encarado desde diferentes frentes y con innumerables estrategias hasta el momento no se han logrado resultados contundentes y decisivos. Por el contrario, hoy son incontables las organizaciones nacionales e internacionales que invaden nuestra patria para ejercer actividades relacionadas con el narcotráfico.
Solo con una política criminal del Estado se podrán diseñar estrategias de largo aliento que permitan enfrentar no solo el narcotráfico, sino toda la gama de organizaciones delictivas que amenazan la tranquilidad ciudadana, en diferentes rincones patrios. Potenciar, y ajustar el consejo superior de política criminal es una urgencia.