A cuatro meses para que termine la presidencia de Santos es para todos obvio que durante este lapso no hay tiempo para que las conversaciones de Quito con el Eln lleguen a nada concreto. El guerrillero Antonio García ha dicho que es imposible llegar a un acuerdo antes del 7 de agosto. ¿Qué objeto tiene entonces continuar los tales diálogos? Lo único que podemos discernir es un deseo del gobierno de aparecer como propugnador de la paz, buscándola sin cesar y poder decir más tarde que el nuevo gobierno, cualquiera que él sea, es un enemigo de la paz que no quiso llegar a un acuerdo con este grupo cuyas bases les dejó servidas. Para los elenos, algo similar. Quieren la paz y si esta no se logra es por la oposición de sus enemigos. Mientras tanto adquieren visibilidad, asegurándose permanente resonancia en los medios.
La presencia de la Misión Especial de Naciones Unidas y de la Conferencia Episcopal Colombiana, que hacen parte del Mecanismo de Veeduría y Verificación, es una manera adicional de lograr eco para unas negociaciones que todos saben no tienen ninguna posibilidad de éxito, que son una farsa, pero en la que nadie quiere negarse a participar para evitar que lo tachen de enemigo de la paz. Pero si hay un tema en el que los hombres de Gabino quisieran obtener concesiones de este gobierno, pues saben que difícilmente las obtendrían del próximo. Siempre han querido convertir unas negociaciones en un espectáculo nacional, en el que participe el mayor número posible de entidades, una especie de amplia asamblea nacional constituyente y por eso en el punto primero de la agenda de las negociaciones aparece la “participación de la sociedad en la construcción de la paz”. ¿Cómo participaría la sociedad? Según Antonio García, de Quito deben quedar acuerdos que se puedan continuar y un acuerdo a este respecto parece ser el de “la participación de la sociedad” en las negociaciones con el Eln, proceso que, afirma, es diferente al de las Farc. Implica que lo pactado en Cuba sería la base sobre la que se construiría un acuerdo con el Eln.
En el interim seguirán secuestrando, extorsionando y volando oleoductos, pues ya saben que, por la experiencia con las Farc, el actual gobierno cede ante el terrorismo. Cuando el gobierno suspendió los diálogos por el asesinato de cinco policías en Barranquilla por el Eln, los elenos continuaron, inmutables, con el terrorismo, sabiendo, como en efecto sucedió, que el gobierno cedería y volvería a dialogar. En pocas palabras, las negociaciones ahora con el Eln no tienen ninguna razón de ser, deberían terminarse y esperar a que el nuevo gobierno comience de cero unas conversaciones con este grupo guerrillero.