VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 5 de Junio de 2012

Haciendo la tarea

 

Nicolás Sarkozy no alcanzó a capitalizar la liberación del periodista Langlois porque las Farc entendieron bien el tablero político francés.

Entendieron que al tener comprometido al Presidente en el secuestro, poco importaba si liberaban al reportero sólo para darle un último aliento a su pálida campaña.

En cambio, si lo retenían, y Hollande llegaba al Elíseo, podrían entenderse a la perfección con un gobierno deseoso de reconfigurar las cuestiones internacionales.

En otras palabras, las Farc intuyeron bien que al no darle oxígeno a Sarkozy liberando tempranamente a Langlois, Hollande les estaría sensiblemente agradecido.

Y como el socialista había sostenido en la recta final de la campaña que tan pronto fuese elegido haría todo lo posible por liberar al periodista, las Farc se dieron a la tarea de constatarlo.

¿Por qué razón iban ellas a desperdiciar la feliz circunstancia de tener entre sus manos, literalmente caído del cielo, a un ciudadano francés que, como si fuera poco, también era reportero y, por eso mismo, una joya mediática cuya suerte garantizaba la máxima cobertura noticiosa mundial?

Con semejante potencial político-publicitario entre manos, las Farc sólo tenían que convocar como intermediarios a un referente nacional de su confianza, Piedad Córdoba, y a un eslabón francés, delegado personal del presidente Hollande.

Escrupulosamente bien tratado, Langlois recobra la libertad y Francia respira tranquila, sinceramente agradecida. Las Farc han respetado milimétricamente el protocolo, las coordenadas y el manejo de los tiempos.

A diferencia de los caóticos secuestros que París lleva meses manejando en medio de demencial confusión en Malí, Níger y Somalia, la actitud de las Farc les resulta proverbial, absolutamente distinta a la tormentosa conducta con la que manejaron el secuestro de Ingrid Betancur.

En resumen, Hollande está en deuda con el Secretariado. Y como caballero que es, seguramente atenderá sus compromisos.

Compromisos como que promueva de algún modo la remoción de las Farc de la lista europea de organizaciones terroristas.

Que les facilite expresar sus opiniones sobre la solución negociada del conflicto colombiano en múltiples foros internacionales.

Que sea comprensivo con el tránsito de sus militantes y portavoces por territorio galo y el espacio Schengen.

Pero, sobre todo, que presione, que se convierta en facilitador y promotor del diálogo entre la guerrilla y el gobierno Santos, un gobierno que no se decide a formalizar las negociaciones cara a cara.

Al fin y al cabo, Langlois trajo el mensaje: el conflicto en Colombia permanece intacto y las Farc están de nuevo listas para dialogar. Ahora las Farc esperan que Hollande les devuelva las atenciones y de una vez por todas les haga la tarea.