VICENTE TORRIJOS R. | El Nuevo Siglo
Martes, 12 de Junio de 2012

¿Tierra de nadie?

 

El Gobierno siempre ha sabido que para consolidar la legitimidad debe empeñarse en la tarea de devolverles la tierra arrebatada a sus legítimos dueños.

También sabe que sin una legitimidad basada en la propiedad y la competitividad, la guerra está perdida.

A lo largo de los últimos quince años, los maleantes se valieron de todo tipo de artimañas para hacerse violentamente a unos seis millones de hectáreas.

Despojaron de lo más preciado a unas 350 mil familias y crearon verdaderos cordones de terror regional.

De tal manera, la presencia del Ejército en todo el territorio nacional resultaba relativamente superficial. Operando en tierra robada, la Fuerza Pública estaba garantizando, sin saberlo, un ordenamiento social injusto.

Injusticia que, paradójicamente, era esgrimida por las bandas de maleantes como su principal estandarte de lucha. Pero ningún Estado puede vivir de paradojas.

En consecuencia, restituir las tierras se convirtió en un objetivo principal para consolidar la seguridad recuperada.

En principio, el mismo Estado creía que los únicos maleantes involucrados en este proceso eran los paramilitares. Eso se ajustaba al estereotipo, era lo visible y la parapolítica lo revelaba.

Pero pronto se constató lo que desde las negociaciones del Caguán se conocía: que las Farc se habían apoderado de buena parte de la torta, sólo que mediante una compleja red de milicianos-testaferros miméticamente enquistados en el suelo.

En resumen, todo un aparato de poder basado en el miedo y laboriosamente construido por las bandas criminales y las guerrillas marxistas.

Miedo paralizante, profundo, de esos que hasta logran borrar la identidad de los ciudadanos a tal punto que el Gobierno sólo ha recibido 14 mil solicitudes de recuperación, equivalentes tan solo a millón y medio de hectáreas.

Es por esa razón que tan perversa ecuación sólo podrá resolverse cuando en paralelo a la parapolítica salga a flote la farcpolítica y cuando las Fuerzas Militares puedan combatir a las “bacrim” con los mismos medios con que hoy se atacan a las Farc.

De lo contrario, la restitución sólo será un mito, el poder real seguirá controlado por bandidos y la legitimidad no pasará de ser un ideal.