Nuestro sistema económico se basa en que el libre juego de la oferta y la demanda es el que determina los precios, lo que permite que los fabricantes ajusten su producción según los deseos de los consumidores. Si hay una alta demanda por un artículo, sus precios aumentarán y los fabricantes incrementarán su producción para aprovechar el momento económico. Si, por el contrario, los consumidores reducen su demanda por un artículo, sus precios descenderán, inclusive bajo el nivel de rentabilidad y algunos dejarán de producir ese producto para reemplazarlo por otros.
Los carteles, es decir, los acuerdos de productores para fijar los precios son un delito, se consideran una estafa a los consumidores pues, generalmente buscan incrementar los precios de determinado producto y en otros casos, menos frecuentes, bajarlos bajo el costo de producción para sacar a algún competidor del mercado. No pocas veces en Colombia la Superintendencia de industria y Comercio se han impuesto severas multas a las empresas que han participado en estos acuerdos de productores. Por ejemplo la sanción que se impuso en diciembre último a las tres grandes cementeras Argos, Cemex y Holcim (el llamado cartel del cemento), o en el 2015 a Molinos Roa y Molinos Florhuila por manipular los precios del arroz, etc.
En Europa y los Estados Unidos las sanciones han sido mucho más severas y más frecuentes. Pero existe una forma de falsear la libre competencia, con gravísimas consecuencia para la economía mundial y que no está prohibida; sus participantes no están sujetos a sanciones antitrust, en virtud del derecho público internacional. Son los carteles conformados por Estados para controlar el precio de ciertos de sus productos o servicios de exportación. Enseguida nos vienen a la mente la Organización de Países Productores de Petróleo (OPEP), la Organización internacional del Café (OIC) y una menos notoria, la Asociación Internacional de Transporte Aéreo (IATA). Colombia hace parte de las dos últimas organizaciones y todas ellas nos encarecen sus productos, generalmente sin que nos demos cuenta por estar acostumbrados a ellas.
La producción mundial de petróleo se incrementó enormemente por los numerosos países que lo producen y por nuevas técnicas de extracción como la fracturación hidráulica (fracking) y el precio del crudo bajó a menos de US$30/b en 2016. Los países de la OPEP y otros, como Rusia, acordaron reducir la producción y la semana pasada el precio se situó a US$75. Los colombianos lo resentimos cuando este mes nos aumentaron el precio de la gasolina. Ahora los arroceros quieren que el gobierno fije un precio mínimo a este cereal y los colombianos deberemos pagar más por un producto esencial, de consumo diario, por la ineficiencia de los cultivadores. ¿Y la economía de mercado?