El gran regreso del bucardo en los Pirineos franceses | El Nuevo Siglo
Foto Pyrenean Ibex
Viernes, 4 de Septiembre de 2020
Redacción internacional con AFP

Gracias a un proyecto de colaboración entre Francia y España, con una nueva generación de 70 cabritos en 2020, el bucardo firma su gran regreso en los Pirineos galos, de donde desapareció hace más de un siglo.

“Por ahora podemos calificar la operación de exitosa”, se felicita Jérôme Lafitte, encargado de la misión Fauna del Parque Nacional de los Pirineos (PNP), donde se localizaron 41 cabritos. El resto se halla en el Parque Regional de los Pirineos del Ariège.

Lafitte enumera las variables que invitan al optimismo: “una muy buena reproducción desde hace varios años y varios casos de gemelos, cosa que solo se ve en poblaciones muy dinámicas”, así como “una muy buena supervivencia de los jóvenes cabritos, que superan el invierno”.

En 1910, dos grandes bucardos fueron abatidos en esas montañas, poniendo fin a la existencia de la “capra pyrenaica pirenaica” de lado francés. Casi un siglo más tarde, el 6 de enero de 2000, se halló muerta la última hembra en territorio español, firmando el fin oficial de esta subespecie del bucardo ibérico.

Pero España seguía contando con especímenes primos, las “capra pyrenaica victoriae”, lo que alimentaba la esperanza de una reintroducción en los Pirineos franceses.

Pero “hasta 2012, España se negó a entregarnos bucardos”, explica Jean-Paul Crampe, miembro del comité científico del PNP. “Temían ver a un animal exclusivamente español salir de las fronteras para ser explotado por los vecinos. Además algunos científicos estimaban que solo la ‘pyrenaica pyrenaica’ debía vivir en el macizo pirenaico”.

“Son animales majestuosos y es emocionante observarlos. El bucardo favorece la economía turística de la montaña”

Por su parte, España trató de resucitar esta subespecie: “en 2010, lograron el nacimiento de un cabrito clonado, pero solo sobrevivió unos minutos”.

Para superar las reticencias de las autoridades españolas, Francia se comprometió a no cazar el bucardo e “inscribió al bucardo ibérico en la lista de especies protegidas”, según Crampe.

Finalmente, España dio luz verde y entre 2014 y 2019 se soltaron 226 bucardos ibéricos procedentes del Parque Nacional de la Sierra de Guadarrama (cerca de Madrid) en el macizo francés y 131 en el Parque Nacional de los Pirineos.

Esta victoria para la biodiversidad también busca ser un motor para el turismo de la región.

“Hay una buena respuesta del público. Son animales majestuosos y es emocionante observarlos. El bucardo favorece la economía turística de la montaña”, afirma Matthieu Cruège, que dirige el Parque Regional de los Pirineos del Ariège.

Los cazadores por su parte destacan el “placer de ver” estos animales, según el director de su Federación en el Ariège, Jean Guichou, quien confía en que “quizás un día, cuando el bucardo ibérico sea suficientemente abundante, mis hijos o nietos podrán de nuevo cazar algunos ejemplares”.

Mientras se prevé una nueva operación este año para soltar a individuos en los Pirineos Atlánticos, Crampe anticipa que “en los próximos 30 años se verán bucardos por todos los Pirineos”. “Es una especie popular. Y es menos difícil de reintroducir que el oso o el lobo”.

Ingrato recuerdo

La cabra montés, especie endémica de la Península Ibérica, ha sido históricamente objeto de polémica por su división subespecífica.

En 1914 Cabrera distinguió cuatro subespecies, basándose en el diseño de las manchas negras en el pelaje de los machos adultos, en el tamaño de sus cuernos y en el tamaño total. Fruto de aquel estudio las poblaciones de cabra montés quedaron divididas en cuatro subespecies, el bucardo del Pirineo, la cabra montés de Gredos (Capra pyrenaica victoriae), la cabra del sur y este de la Península Ibérica (Capra pyrenaica hispanica) y la cabra montés que se extendía por el norte de Portugal, Galicia, y montañas cantábricas (Capra pyrenaica lusitanica). Esta subespecie fue la primera en extinguirse, hacia 1890.

Aunque la polémica sobre esta división subespecífica ha sido intensa, desde 1995 los análisis genéticos realizados sugieren la existencia de diferencias relativamente importantes entre el bucardo y el resto de las subespecies. Dicha confirmación llegó cuando su extinción era ya inevitable.

El 6 de enero de 2000 apareció muerta en el paraje de la Faja de Pelay, dentro del Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido, en Huesca, el último ejemplar de bucardo. Aunque dicha muerte equivale al certificado de defunción de esta subespecie, la realidad es que se encontraba en estado terminal desde hacía décadas.

Desde principios de este siglo el bucardo estaba considerado como una especie en regresión, lo que motivó que en 1918 se declarase el valle de Ordesa como parque nacional, protegiendo también al bucardo. La última evidencia de cría de esta especie data de 1987, y en 1990 se cifró su población en diez ejemplares, aunque existen serias dudas sobre dicha estimación. Sin embargo no fue hasta 1994 cuando se iniciaron los trabajos de campo, en los que se detectaron sólo tres hembras, capturándose una de ellas en enero de 1996, la cual murió al poco tiempo.

Posteriormente, en 1997, se llevaron hasta Ordesa dos machos de cabra montés, de otra subespecie, provenientes de Beceite, con el objetivo de cubrir a la última bucarda, de avanzada edad, no obteniéndose ningún resultado. Finalmente en 1999 se capturó el último ejemplar para tomar muestras de ADN, liberándose posteriormente, hasta que el pasado 6 de enero de 2000 se la encontró muerta.

En la extinción del bucardo han participado muchos factores, la caza ilegal, las molestias causadas por la masificación turística, la competencia con el sarrio, la endogamia, las enfermedades, y especialmente la combinación de todas ellas.

En 1913, la especie ya iba a ser considerada como extinguida, pero se supo que algunos animales habían sobrevivido en la Zona del Parque de Ordesa y Monte Perdido. Una de las primeras medidas dirigidas a la conservación del Bucardo fue la prohibición de su caza en 1913 y la declaración de parque nacional en 1918 de gran parte de los territorios que habitaba.

Mientras tanto, desde el año 2014 se está reintroduciendo en los Pirineos, concretamente en el Ariège y en el Parque nacional de los Pirineos franceses, a partir de individuos procedentes de la Sierra de Guadarrama.