Les pregunto siempre a los novios que están planeando su matrimonio por la Iglesia, por qué quieren que sea por el sacramento. Lo tienen claro generalmente: por la fe que profesamos. Perfecto. Dos personas bautizadas en la Iglesia Católica, al momento de unir sus vidas, deben hacerlo a través del sacramento del matrimonio, del cual ellos mismos son los ministros y la Iglesia los bendice en nombre de Dios.
Se les pide tener claro las tres condiciones para llegar al matrimonio: ser completamente libres, desear estar juntos toda la vida y tener la firme intención de engendrar hijos. Nada más ni nada menos. Y el rito que formaliza la unión suele realizarse dentro de la santa misa para que reciban también el alimento espiritual de la eucaristía. O sea, es un momento que se quiere rebosante del amor de los novios y sobre todo de la presencia de Dios. Y si el sacerdote que los bendice realiza bien el rito, se convierte en un momento único y hermosísimo para los contrayentes y para quienes los acompañan.
Este es el deber ser del inicio de la vida matrimonial y de convivencia de un hombre y una mujer que se dicen pertenecientes a la Iglesia católica y que quieren vivir en gracia de Dios. Y tanto la Iglesia en sus pastores como en los que se casarán deben ser muy, pero muy serios en este tema. Es el inicio de una familia, es un compromiso para toda la vida, es sembrar la posibilidad de que lleguen nuevas vidas al mundo, es la ilusión justísima de unos papás de que sus hijos se “organizarán” y que no se quedarán hasta viejos visitando bares y parques a media luz. Es también un acto jurídico con todos sus componentes que sirven para consolidar un proyecto, protegerlo y dejar en claro los deberes y derechos de quienes dan un paso tan trascendental. Desde luego que para que todo esto tenga buenas posibilidades de éxito, no sobra en absoluto que el noviazgo sea también un momento muy serio en la vida, que haya tomado tiempo suficiente y que no sea un remedo de unión definitiva porque no es sino un noviazgo, que tampoco es poca cosa.
Que en Anapoima se hacen ritos en los árboles y con antorchas. Problema de los que trepan árboles y los iluminados. Que los vecinos los casó un primo que le gusta la poesía: que las musas lo protejan. Que en los Estados Unidos se acostumbra al aire libre y bajando en globo, pues que se desengloben allá. Que Legis tiene un formato para casarse, que lo usen los que quieran. Pero no hay que perder la identidad espiritual ni cambiarla por baratijas. Pero, sobre todo, quien es hijo o hija de Dios, y se siente feliz de tal condición, no debe omitir lo que su Creador le ha propuesto en Cristo y a través de su Iglesia pues tiene toda una razón de ser y todo un lugar en los planes de Dios. Ah: y por favor, no llamen a los sacerdotes para que presidan los ritos anapoimunos o los naturalistas o los playeros. Las cosas de Dios como Dios las manda y sus ministros en ellas, no en otra cosa.