Administración Biden: desafíos ante Pekín | El Nuevo Siglo
Foto Montaje El Nuevo Siglo
Domingo, 28 de Marzo de 2021
Giovanni Reyes

Existen ya cambios evidentes que la nueva Administración de Joe Biden está generando ante la herencia de los recién finalizados años de Trump.  Uno de los datos alentadores ha sido la contención relativa de la pandemia actual.  Las muertes diariamente cobran aún presencia con números sin precedentes, pero el ritmo de la vacunación es alentador y podría visualizarse un panorama no muy lejano, con mayor efectividad contra las afecciones del covid-19.

Se han aprobado, por otro lado, ambiciosos paquetes de estímulos monetarios.  Se trata de apuntalar la demanda para que el desempeño empresarial resurja vigoroso.  Todo ello en un país en donde el gran sector externo de la economía, directamente vinculado a las exportaciones, importaciones y cuentas de la balanza de pagos, tiene una cuota no muy alta.  Pesa cerca de un 12% del total de producción, producto interno bruto.



Sin embargo, persiste la presencia, en las condiciones internas del país, respecto a una economía todavía aletargada, además de las lacerantes divisiones que mantiene el trumpismo militante, siempre al acecho del Partido Republicano.  Complementando esta situación, se tienen las relaciones no totalmente fluidas con Europa, con Rusia, ni mucho menos con China. 

Es muy probable que para el gran público estadounidense -con esas tendencias tan propias hacia el autismo- las relaciones con China no aparezcan ni tan prioritarias ni tan altisonantes en los grandes titulares de la prensa del país.  No obstante, las nuevas circunstancias de la actual globalización -en especial las intensas interconexiones en tecnología, comunicaciones y cadenas logísticas en la producción- hacen que los vínculos entre potencias económicas y políticas del mundo tengan plena actualidad.

Una disyuntiva que podría estar ya superada, pero que puede ser una gran tentación para diversos sectores políticos -aún dentro del Partido Demócrata- es dar continuidad a elementos de la “línea dura” de Trump.  El pasado ataque de artillería a posiciones sirias ocurrido durante los primeros 100 días de la era Biden se ubicaría en esa perspectiva y estaría siendo prueba de que los “halcones” tienen una cuota nada depreciable de poder político en la nueva administración en Washington.

No obstante, esa tendencia guerrerista, si el empeño de Biden se desliza por la opción dura, se estaría asegurando una versión renovada de Guerra Fría, frente a los posicionamientos que desde hace tiempo viene consolidando Pekín.

Al respecto se abren cuatro frentes que prometen grandes roces y competencias: (i) la dinámica actual en el mar Meridional de China; (ii) Taiwán; (iii) la carrera por las tecnologías de punta en el sector de las tecnologías 5G; y (iv) la situación de Corea del Norte.  Todo ello, en el contexto de una guerra comercial que sigue latiendo como tributo de herencia envenenada desde los días de Trump en la Oficina Oval.

Existen voces en Washington y en los centros de pensamiento más conservador que siguen la denominada línea de los “neorrealistas”.  Según estos, lo que se requiere para “volver a poner orden” en el mundo, es que Estados Unidos pueda tener frente a sí a otro rival, a la manera de la desaparecida Unión Soviética. Este enemigo sería China.

Al seguir esta corriente de ideas, es de tener presente que China viene consolidándose estratégicamente.  Es decir, en función de renglones productivos y de influencia política mundial que tienen efectos tan duraderos como repercusiones múltiples.  En esto, Pekín tiene una gran ventaja.  Su planificación es a largo plazo, unos 50 años adelante.  De esta manera las decisiones y los planes que se implementan tienen mayor cohesión en el tiempo.

En contraste con esto, Estados Unidos presenta la evidencia de políticas corto-placistas.  Con resultados que se tratan de establecer en lo inmediato, con la búsqueda de compensaciones visibles ante el electorado en una perspectiva de pocos meses. Esto implica, entre otras consideraciones, que las políticas más genéricas y los programas de acción pueden tener discontinuidad.  Mientras China apuesta por consolidar políticas de Estado, más allá de gobiernos en particular, Washington actúa de manera opuesta.

Como se indica, las políticas de Washington tienden a ser más perecederas, más efímeras. Una ilustración al respecto: el día 22 de mayo de 1964 se estableció por la Administración Lyndon B. Johnson, el conjunto de planes de la Gran Sociedad.  Entre las finalidades particulares se encontraba la eliminación de la pobreza en Estados Unidos.  Esa perspectiva no tuvo mayor continuidad.  Hoy en día, a casi 57 años de distancia, la pobreza en Estados Unidos llegaría a rangos que varían entre 14 y 16%.

En este juego de posiciones mundiales han emergido varios componentes adicionales. 

Primero, China ha ido copando los espacios internacionales que Estados Unidos bajo la administración de Trump, ha dejado libres.  Es de subrayar aquí que la “política exterior” de la administración anterior en Washington decidió apostar por el enclaustramiento. Optó por abandonar una globalización que precisamente ha beneficiado a Washington, aunque también es de considerar, que ha promovido la emergencia de otros actores.

Segundo, China necesitará tan solo unos 8 años, si es que no lo logra antes, en cuanto a superar a Estados Unidos en ser la primera potencia económica del planeta.

Tercero, China se ha dedicado pacientemente -otra vez la perspectiva de largo aliento- a tejer redes internacionales con otras potencias, tales los casos de Rusia y la Unión Europea.  Todo ello, mientras Trump manoteaba desde su oficina. Con todo ello, parece indiscutible: a la nueva administración en el poder estadounidense le será complicado, aunque aparentemente necesario, establecer complementariedades y negociaciones mínimas con el poder que tiene epicentro desde Pekín.

*Ph.D. University of Pittsburgh/Harvard. Profesor Titular, Escuela de Administración de la Universidad del Rosario

(El contenido de este artículo es de entera responsabilidad del autor por lo que no compromete a entidad o institución alguna)