AUNQUE fue el primero en expresar sus dudas porque “el resultado anunciado por el Consejo Nacional Electoral de Venezuela no reflejaría la voluntad o los votos del pueblo venezolano” y pedir un recuento de los mismos en aras de dar transparencia y legitimidad al proceso democrático, los venezolanos y la comunidad internacional esperan que Estados Unidos tomen una contundente decisión.
A miles de kilómetros del país andino, desde Japón, el jefe de la diplomacia estadounidense Antony Blinken así lo expresó el domingo en la noche y lo reafirmó este lunes, al igual que algunos funcionarios del Departamento de Estado que siguen con detenimiento y ‘seria preocupación’ lo que ocurre en Venezuela tras la proclamación de Nicolás Maduro como presidente reelecto con resultados que contradicen los datos que recopiló la campaña opositora, las proyecciones de las encuestas a boca de urna y las realizadas por varias firmas independientes.
Otro funcionario del gobierno estadounidense, que pidió omitir su nombre, ratificó esa posición del gobierno Biden: "Los datos que tenemos sobre esta elección, que son independientes de los resultados del Consejo Nacional Electoral, difieren de los anunciados por las autoridades venezolanas. Esa discrepancia debe ser investigada y abordada antes de que podamos dar por concluidas estas elecciones".
Agregó, que "el bando de Maduro tiene que tomar una decisión tajante: quiere o no continuar con el aislamiento, o avanzar hacia un camino de reintegración del país al sistema internacional y a la comunidad de naciones.
Esas declaraciones de Blinken, a las que adicionó que “es de vital importancia que cada voto sea contado de forma justa y transparente", dejan en entredicho tanto la legitimidad de la reelección como del compromiso que adquirió Maduro para que el proceso electoral fuera libre y transparente.
Y más allá de que sea otra victoria del líder chavista signada por el fraude, tal cual ocurrió hace seis años por lo que Estados Unidos no reconoció esa elección y, en cambio, avaló a Juan Guaidó como mandatario interino, la atención internacional vuelve a centrarse sobre la Casa Blanca, ya que fue el presidente Biden quién cambió la política hacia la dictadura venezolana, convencido de que podría pavimentar el camino hacia una transición democrática luego de 25 años de gobiernos izquierdistas de mano dura.
Biden apostó por reactivar la negociación entre el régimen venezolano y la oposición, y en una reunión exprés realizada en Barbados llegaron a un acuerdo para fijar un cronograma para la elección presidencial, a cambio del levantamiento a las sanciones que sobre el petróleo y el gas impuso el predecesor estadounidense, el republicano Donald Trump, por la fraudulenta primera reelección de Maduro, en 2018.
Entre la diatriba contra el imperialismo, señalamientos de conspiraciones y complots extranjeros para derrocarlo, Maduro intentó desde entonces sortear la grave crisis económica, la que tiene hoy en el exilio a 7,8 millones de ciudadanos. Pero ante la falta de recursos, ‘cedió’ a organizar, a su acomodo en tiempo, recursos y elegidos, la presidencial que finalmente se verificó este domingo.
En esa cuesta arriba, Biden cedió en todo lo que quiso Maduro pese al incumplimiento del mencionado acuerdo. Ejemplo de ello, aunque pidió la excarcelación de presos políticos, el levantamiento de injustificadas inhabilitaciones a los líderes opositores (entre ellas María Corina Machado, ya que las otras cabezas visibles están en el exilio) y garantías para que el proceso y la jornada de las urnas fuera libre y transparente, no se cumplió.
En cambio, ante la directa amenaza de suspender el proceso en marcha, pidió y obtuvo, la libertad del empresario de origen colombiano Alex Saab, quien se enfrentaba a una condena de hasta 20 años por conspiración para lavado de dinero.
Sin sonrojo alguno, el régimen madurista exigió la liberación de su “agente” con rango diplomático a cambio de la excarcelación de diez estadounidenses presos desde meses atrás en Caracas, acusados de inexistentes delitos.
Más recientemente, igual de exprés y sorpresivo, fue el anuncio del Ejecutivo venezolano de que retomaba este 3 de julio el diálogo con la delegación norteamericana, tras lo cual se limitó a expresar que el objetivo de ese encuentro, al igual que otros programados, era “ganar confianza” para “mejorar las relaciones” entre las naciones.
Como el mismo se dio a escasas semanas de la cita en las urnas, se creyó que allí se habían establecido las garantías para que la misma fuera libre, transparente y se respetara el resultado expresado por los venezolanos con su voto. Pero, rozando la medianoche del domingo ocurrió lo impensable: una victoria de Maduro en contravía contra todos los pronósticos, proyecciones y actas electorales en poder de la campaña opositora de Edmundo González, un 40%, que señalaron la tendencia irreversible y contundente: una ventaja del doble de éste último.
De allí que, con evidencia contundente y la promesa de revisar una a una esos registros electorales expedidos tanto por los centros de votación como por el CNE, la líder María Corina Machado dijo la noche del domingo que “todos sabemos lo que ocurrió hoy y el presidente electo de Venezuela es Edmundo González Urrutia”.
El exdiplomático dijo, por su parte, “se han violado todas las normas”, pero instó a mantener calma y paciencia para llevar a cabo el proceso de verificación del resultado, que no se visualiza nada fácil ante los obstáculos que ha puesto el CNE para entregar el 100% de las actas y, ahora, la acusación contra Machado y su equipo de campaña de ejecutar el ‘hackeo’ o ‘ataque al servicio de transmisión de datos’ que según el presidente de ese Concejo, Elvis Amoroso, que demoró la entrega del boletín oficial.
Dicha justificación ni el resultado del 51% de la votación a favor de Maduro contra 44.2% de González tuvieron credibilidad en los venezolanos hastiados de la corrupción y violaciones a los derechos humanos por parte del régimen, como tampoco en la comunidad internacional que, como se conoce, exige que se publiquen la totalidad de las actas electorales y se haga una revisión completa de los resultados.
Impacto en campaña de EE.UU.
Por la política de Biden hacia Caracas -diplomacia del diálogo-, las concesiones que hizo sin mayor contraprestación y el engaño de Maduro hacia el presidente de Estados Unidos al incumplir lo acordado, lo que pasó, lo que está ocurriendo y en lo que pueda terminar la crisis poselectoral venezolana se coló en la campaña presidencial norteamericana.
El influyente senador republicano Marco Rubio arremetió contra los demócratas por dialogar con Maduro, acusado de narcotráfico en Estados Unidos y con una investigación en la Corte Penal Internacional.
Biden y Kamala Harris aliviaron las sanciones de Trump como parte de un "acuerdo" para las elecciones en Venezuela, escribió Rubio en la red social X. Luego sostuvo “Se celebró esa elección y fue un completo fraude, el último ejemplo de cómo nuestros enemigos han engañado a Biden y Harris repetidamente durante los últimos cuatro años", se dijo.
La también congresista conservadora María Elvira Salazar acusó a Maduro de "estar intentando robar las elecciones una vez más", mientras que otros parlamentarios instaron al presidente Biden a tomar ya contundentes decisiones contra el régimen venezolano.
Así, se espera que reimplante la totalidad de las sanciones al petróleo y al gas, que funcionó como moneda de cambio para que el inquilino de Miraflores accediera a convocar la presidencial, pero sin observar el resto de exigencias: que fueran libres, transparentes y sin manto alguno de duda.
El mandatario demócrata no se ha pronunciado, pero de cara a la presidencial entre su ‘elegida’, la vicepresidenta Kamala Harris y su antecesor, Donald Trump, optará por una fuerte decisión contra el régimen venezolano para recuperar su credibilidad a nivel interno y castigar el engaño de que fue objeto