El día de los abuelos | El Nuevo Siglo
Domingo, 30 de Junio de 2019

Evidentemente la educación a que son sometidos nuestros niños y jóvenes, más que inútil, es dañina: y terminan siendo hijos de Google y la farándula, más si sus hogares están heridos en un ala cuando no tienen a quien acudir: no tienen familia bien constituida, ni ejemplo de una vida bien lograda. “Socializan” en las calles con otros más desorientados. El papel de la mamá es llegar del trabajo a su casa, tarde, agotada, a cocinar, lavar y a la cama. Cuando hay “papá”, éste llega exhausto y se acuesta. Así, el amor espiritual difícilmente existe.

No se necesita ser un genio para ver que estamos hablando de un triste futuro para nuestra niñez: no estarán preparados para sacar el país del caos que estamos viviendo –ni les interesa- porque en los momentos debidos, no tuvieron a quien imitar, a quien oír, a quien acudir, con quien llorar, ni quien los ame realmente: son niños y jóvenes sin ley ni Dios. No aprenderán a pensar con criterio, ni a disfrutar la vida como se merecen: no sabrán del sentido verdadero de la alegría, del buen humor, de soñar, de amar, de la trascendencia, de la dignidad humana.

Para colmo de males, los adultos están “encartados” con los abuelos, no saben qué hacer con estos siendo que por naturaleza, son la solución natural a lo expuesto: por sus recuerdos frescos del pasado, su amor por los nietos, por su afán por servir… –los abandonan en ancianatos, o clínicas para enfermos mentales. Por algo será que no hay un día de los abuelos.

Cerca de donde vive uno de mis hijos, en Stuttgart, Alemania, hay un jardín infantil y este es, a la vez, residencia para los “ancianos”. Ver a los “viejos” por los ventanales que dan a la calle, jugando con los niños es un espectáculo conmovedor, emocionante. Los mayores cantando con los niños, contando cuentos, refranes y fábulas sus abuelos y tatarabuelos, riéndose unos y otros, contagiando amor y alegría. Y los niños y niñas comparten su imaginación a sus amigos de la tercera edad y comentan alguna experiencia de su “hogar”. Como es sabido, la memoria en los abuelos es del pasado y la memoria de los niños recoge lo inmediato y la experiencia reciente.

Alguien decía que cuando una persona pierde el buen humor es porque le llegó la vejez, aunque la verdad es que el buen humor es para los sabios mayores, que por lo general están cargados de historia, criterio ilustrado, creatividad, amor, alegría. Una vida lograda es resultado de una vida llena de aventuras, esfuerzos, fracasos, trabajo, sacrificio, austeridad, sueños, serenidad, y logros magnánimos (por pequeños que sean). Y su muerte es vista, por ellos, como el triunfo final de su fe: la vida eterna. Ellos saben: “¿qué es lo que nos ha traído Jesús, si no nos ha traído el bienestar y un mundo mejor para todos? ¿Qué es lo que nos ha traído? La respuesta es muy sencilla: a Dios. Nos ha traído a Dios.” (Ratzinger). Ni más ni menos.