Anatomía del populista | El Nuevo Siglo
Viernes, 13 de Noviembre de 2020

El populista tiene una capacidad extraordinaria para politizar cualquier tema. Convertir cuestiones no políticas en temas políticos. Cuando llega al poder (un cargo de elección popular) muchas veces tiende a ser autocrático. Su forma de gobierno muestra visos de una autoridad incontrolada e ilimitada. Un despotismo, una tiranía o una dictadura.

Estos dictadorzuelos se creen con el poder de determinar la vida de los demás. Como un Dios. Qué debemos comer y qué no. A qué podemos salir y a qué no. Cómo debemos ejercer el derecho a la locomoción.  Qué tendencia mental y sexual debemos seguir. Tienen un poder inductor que desgraciadamente las masas siguen ciegamente y que tienden a manipular las mentes de la población.

¿Hacia dónde? Hacia una única forma de pensar que ellos creen que es el camino correcto. La verdad verdadera (según ellos).  Y aquí cabe muy bien la frase de Juan Bautista Alberdi creador de la constitución liberal del 1865 que hizo de Argentina el país más rico en treinta años: “No hay libertad para el hombre donde su seguridad, su vida y sus bienes están a la merced del capricho de un mandatario”. Como parte de la vieja estrategia “pan y circo” le dan gusto a su ego haciendo creer a la gente que están pensando en ellos cuando en realidad no. Los usan como idiotas útiles para obtener votos y popularidad. Por eso ponen ciclo rutas, por ejemplo.  Se muestran del lado de la gente “débil” y minorías. Porque el populismo consiste en eso. Ver de dónde pueden obtener votos. 

Esto es corrupción. Es una forma de comprar la gente con dinero público. Ganársela a punta de obras populistas que significan votos. Los populistas identifican muy bien qué le gusta al pueblo. Creen a la gente estúpida (necia y falta de inteligencia). Por eso sus índices de popularidad son altos. Porque son unos populistas megalómanos que miserablemente se nutren de la gente y la usan. 

Latinoamérica está llena de gobiernos populistas. No por nada LATAM representa solamente el 15% de la población mundial y produce el 50% de los homicidios del mundo. Consecuencia lógico de gobernantes que no quieren sus ciudades ni países. Se quieren a ellos mismos. Cumplen mandatos que corresponden a agendas globales usando una misma narrativa. Eso es lo que vemos hoy globalmente. No hay ningún cambio en nada. Hay una misma narrativa que está produciendo una supuesta nueva tendencia de cambio que no es ni nueva ni está cambiando nada. Es una moda. Los están usando (a mí no) para que sean “agentes de cambio” o como los llaman hoy ridículamente bajo el eufemismo de activistas y adoctrinen su entorno bajo el mantra y falsa idea de que todo está cambiando.

 “Nuevo orden”. “Nueva normalidad”. ¿Por qué nueva? “el nuevo contrato social” ¿En qué momento pedimos un nuevo orden? ¿Quién decide cambiar la normalidad? ¿Un individuo? ¿Qué es lo normal? ¿Cuál contrato social? ¿Todo esto en el nombre de la democracia?

@juanfelipereyes@hotmail.com