China está aspirando aceleradamente a ser (también) un mediador efectivo en conflictos de impacto global.
No solo un Estado con altas capacidades militares y comerciales, sino también altamente influyente en el destino de sociedades selectas, esto es, regional o globalmente importantes.
En tal sentido, se encuentra muy respaldada por el éxito que acaba de lograr como mediadora entre persas y saudíes.
La Unión Europea le está prestando mucha atención a su propuesta de 12 puntos para mediar en Ucrania.
Al parecer, los EEUU también le están reconociendo sus virtudes como actor impelente en la gestión de controversias.
Por cierto, es altamente probable que la subrepticia visita de W. Burns a Pekín haya tenido que ver justamente con esa cuestión.
¿Por qué? Porque, entre otras razones, las encuestas muestran que los ciudadanos norteamericanos están reduciendo raudamente su apoyo a la guerra de desgaste en Ucrania.
Concretamente, se percibe que hay una hemorragia de recursos y que ese flujo de ayuda no puede ser indefinido.
En concordancia, Joe Biden podría estar pensando que solo logrará enfrentar a Donald Trump con ciertas posibilidades de éxito si consigue, a medio plazo, un acuerdo de paz entre rusos y ucranianos.
Además, Biden no tiene por qué subordinar el interés nacional de los EEUU, ni su propia reelección, al interés de Volodimir Zelenski.
En resumen, China cuenta con varios puntos a favor para incrementar su influencia global en lo diplomático y mediático como actor insoslayable en el arte de la mediación.
De hecho, lo que muestra la literatura especializada en transformación de conflictos es que el mediador más efectivo no suele ser un actor imparcial y equidistante de las partes.
Por el contrario, el mediador más exitoso pasa a ser aquel que tiene profundos intereses en el conflicto, está muy involucrado al menos con una de las partes, y cuenta con recursos de poder amplios y suficientes como para forzar a los antagonistas a cumplir con los acuerdos y compromisos adquiridos.
En conclusión, el factor que puede explicar la mediación de Pekín en Ucrania no será la aquiescencia de Zelenski sino, más bien, los acuerdos a que lleguen entre sí Biden, Putin y Xi Jinping.
Obviamente, la participación del presidente ucraniano siempre será importante como aglutinante de la población, pero, en términos prácticos, su condición dependiente de la ayuda occidental lo liga al ritmo que Washington quiera imprimirle a una eventual negociación.
Adicionalmente, impulsar la mediación china en este conflicto puede suponer un beneficio adicional para los EEUU.
Ese beneficio no sería otro que demostrarle al propio Xi que su apetito militar sobre Taiwán no tiene sentido y que tanto en un conflicto como en el otro la mejor solución será, precisamente, la de un acuerdo negociado y facilitado por un mediador calificado y, sobre todo, suficientemente poderoso.