ALBERTO MEDINA M. | El Nuevo Siglo
Viernes, 17 de Enero de 2014

Deterioro de la sociedad

“Son muchas las naciones que han elegido el camino equivocado”

 

El análisis político empuja invariablemente a revisar la coyuntura y detenerse para visualizar el contexto, pero siempre con la mirada en el próximo turno electoral, en los candidatos y los partidos y, pocas veces, en las soluciones que pueden venir de la mano del recambio institucional.

Pero otro fenómeno más relevante subyace, que proviene del humor social, de las conductas cotidianas y las expectativas particulares de sus miembros. El ritmo de los acontecimientos y la vorágine de los sucesos, consumen demasiada atención, dejando atrás otras posibles lecturas, tan o más importantes, como las que se derivan de la actitud de las personas.

La política mal concebida y la democracia mal entendida se han ocupado de colocar al corto plazo como prioridad y, bajo esa perspectiva, los sueños parecen diluirse, achicándose en su trascendencia hasta casi desaparecer.

El gran motor de la humanidad ha sido siempre la capacidad individual de proyectarse. Cuando una comunidad tiene porvenir, la natural esencia de la especie, convoca a dejar volar la imaginación, potenciándolo todo.

No los alarma una repentina modificación de los códigos universales de convivencia. Saben que el actual y el próximo gobernante, de cualquier signo político, no se atreverá a replantear lo medular del sistema vigente.

Si los ciudadanos creen que existe un futuro, que los gobiernos acatarán las reglas de juego garantizando la seguridad jurídica necesaria, que los políticos renunciarán a la habitual voracidad de quedarse con el esfuerzo ajeno y, que se respetarán las libertades y la propiedad privada, pues entonces, los individuos actúan positivamente y de forma predecible.

Casi sin que nadie se de cuenta, en un proceso paulatino pero disimulado, la sociedad se va degradando, incentivada por una cultura destructiva del valor trabajo, en la que ganarse la vida es solo sobrevivir para solo subsistir sin crecer, para ofrecer a los hijos y las familias algo de  sustento y no la posibilidad de un mañana considerablemente superior.

En estas latitudes, son demasiadas las naciones que han elegido el camino inadecuado, fomentando la holgazanería, estimulando a los cautelosos y desalentando a los más audaces, esos que pueden constituirse en la locomotora del progreso.

Es patético, pero los políticos contemporáneos no tienen intenciones de alterar ese derrotero. Pero es igualmente grave que una innumerable cantidad de ciudadanos mediocres prefieran descansar sobre el esmero de otros sin hacerse cargo de las oportunidades que les podría brindar una comunidad con otras reglas. Mientras tanto, casi sin darse cuenta, se asiste al silencioso deterioro de esta sociedad.