ALEJANDRA FIERRO | El Nuevo Siglo
Sábado, 18 de Enero de 2014

Destino y libertad

 

El  enigma central de la vida del hombre es el tiempo. Para el ser humano, como para ningún otro tipo de ser, es una gran contradicción el paso del tiempo. Extrañamente, tenemos la capacidad de vislumbrar lo eterno, lo permanente, lo inmutable, así no tengamos experiencia alguna de ello. Al contrario, nuestra vida se define por el movimiento y el cambio. Tenemos como única certeza el hecho de que algún día dejaremos de cambiar cuando dejemos de vivir. Pero mientras estamos vivos debemos enfrentar nuestra condición y actuar en consecuencia.

El tipo de acción que nos define, no es como la de otros animales para quienes, al parecer, el futuro no está tan ligado a lo que hacen. Para nosotros, este cambio constante no acontece de modo azaroso ni casual, sino que de alguna manera comprometemos con nuestras acciones una importante porción de nuestro futuro.

La humanidad, poco a poco, se ha ido haciendo más consciente de este poder; de allí que la libertad cobre cada vez más fuerza dentro del marco de valoraciones que orientan nuestra vida. De los griegos a hoy, la conciencia de libertad se ha ampliado de modo impresionante. Basta constatar, a través de la literatura, las concepciones de destino que cada cosmovisión maneja para percatarse del peso de la libertad en la mentalidad actual. De una predestinación trágica pasamos a comprendernos como dueños de nuestro destino.

Pero cargar con tal responsabilidad implica una comprensión profunda de la libertad, de modo que podamos hacer un buen uso de ella. Una libertad indeterminada, como la soñada por el romanticismo, no hizo más que desviar el objetivo hacia una nueva tragedia. La libertad mal usada en lugar de abrir el campo de acción hacia el futuro, condena al hombre a vivir amarrado a su pasado, pagando las consecuencias de las malas decisiones.

La vida consiste entonces en un delicado equilibrio entre destino y libertad. Si bien, forjamos nuestro camino con nuestras decisiones, hay un espectro que se sale de nuestro alcance, al cual no llegamos con nuestra decisión, pero que aun cuando se nos impone irremediablemente, podemos asumir desde la libertad que tenemos.

La conquista del destino es una posibilidad para el ser humano siempre y cuando mantenga una cierta actitud de respeto frente a lo que encontrará. Hay muchas circunstancias en la vida que no están en el plano de la decisión, pero el modo como las asumimos y las vivimos sí corresponde plenamente al plano de la libertad personal.

En esta tarea, la razón un elemento clave, así como una dosis de confianza. Vislumbrar el futuro es algo que no podemos dejar de hacer. Así nunca estemos seguros de él, nuestra tendencia es a imaginar, soñar y proyectar nuestra vida. Si lo hacemos apoyados en la razón y con sentido de realidad, es menos probable que al encontrar nuestro destino, este se presente con un rostro extraño y ajeno al imaginado. El futuro siempre nos sorprenderá, pero sin duda, encontraremos también aquello que soñamos realizado en él y muchas veces, infinitamente mejor a como aparecía en nuestra limitada imaginación. Así nuestra libertad tendrá cada vez más capacidad de conquista del futuro, es decir, seremos capaces de forjar nuestro propio destino.