ALEJANDRA FIERRO VALBUENA | El Nuevo Siglo
Sábado, 11 de Enero de 2014

Año nuevo

“Hay que reflexionar sobre viabilidad de lo que queremos cambiar”

Comenzó el año 2014. Se renuevan los propósitos y en las mentes y ánimos de todos aparece  como una gran urgencia la intención de mejorar. La necesidad de cambio que impregna estos días contrasta de manera fuerte con la tendencia casi natural del ser humano a resistirse a lo nuevo. El ritual del año nuevo tiene sentido en la medida en que surte un efecto renovador. No hay quien se resista a la idea de proponerse, al menos, un cambio o mejora con respecto al año anterior.

Sin embargo, suele suceder con más frecuencia de la que esperaríamos, que al comenzar nuevamente la rutina se difuminen, bajo la fuerza de las propias tendencias, aquellos ánimos de renovación y cambio. Frente a la urgencia de lo inminente vuelve a quedar en segundo plano lo realmente importante.

Uno de los factores que influye con más fuerza en esta pérdida de ánimo renovador es la imposibilidad de plantear metas ajustadas a la realidad. Por lo general, los propósitos de año nuevo reflejan profundos anhelos que claramente identificamos como definitivos si queremos mejorar material o humanamente. No es posible, creemos, alcanzar la felicidad si se omite alguno de aquellos factores que componen la lista de los doce deseos. Es muy común encontrar, si se contrasta con los años anteriores, que son varios –si no todos– los temas que se repiten casi textualmente. En realidad, siempre deseamos lo mismo.

Pero al lado de la avalancha de anhelos, propósitos y deseos que nos inunda por estas fechas, no suele figurar alguna referencia a lo que hace falta para conseguirlos. Se forma un profundo abismo entre aquello que deseamos alcanzar y nosotros mismos. Esta omisión sólo trae como consecuencia que aquello que anhelamos esté, año tras año, más fuera de nuestro alcance. Entre más fantasioso sea el modo como nos imaginamos lo que somos o lo que somos capaces de alcanzar, menos posibilidades tendremos de actuar en consecuencia de aquello que anhelamos.

El ritual del año nuevo, en Colombia y otros países, está rodeado de tal fantasía, que impide que cumpla de manera efectiva, con aquello para lo que los rituales existen. Por lo general, las creencias populares otorgan el poder de la acción, no a la voluntad de las personas sino a una extraña mezcla entre la suerte y el destino. Así, del cumplimiento de algún rito o el uso de alguna prenda depende la posibilidad de alcanzar las metas.

De este modo, queda por fuera de este acontecimiento social la posibilidad de unir al cambio de año una reflexión seria sobre las posibilidades reales de alcanzar cambios en la vida el año que entra. Si se realiza dicha reflexión, lo primero que deberá salir a flote es la evidencia de que, en principio, que cambie el calendario no implica que cambien las personas ni mucho menos los escenarios. Los cambio, o mejor, la orientación que damos al flujo de cambios en el que vivimos depende de cada uno, y con mucha fuerza, de la conciencia de sí mismo y de la propia vida. Sin estos elementos, los propósitos y anhelos de año nuevo no serán más que motivo de gran frustración al verlos de nuevo en la lista del 2015.