ALEJANDRA FIERRO VALBUENA, PhD | El Nuevo Siglo
Sábado, 14 de Diciembre de 2013

¿Democracia?

 

El  remolino político que ha supuesto la destitución del alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, ha generado en la opinión pública un afán de reivindicación democrática bastante peculiar. Las reacciones, a escasas horas de la publicación de la noticia, ya hablaban de abuso de poder y arbitrariedad. Al finalizar el día el lenguaje usado había adquirido un claro tono ideológico y palabras como “nosotros los indignados” ya habían sido apropiadas por un gran sector de la población bogotana. Los calificativos atribuidos al procurador, Alejandro Ordóñez, brotaron con frecuencia de aquel cúmulo de palabras destinadas a juzgar actitudes autoritarias y anticuadas. Los comentarios y opiniones no se concentraron en evaluar de manera objetiva y sosegada la gestión del Procurador ni la del Alcalde, sino que surgieron, casi que de forma exclusiva, de la simpatía o desprecio que se tiene a las personas implicadas.

Es triste la evidencia. A Colombia no le gusta pensar. Ha sido curioso observar en estos días cómo la ciudadanía se alza indignada a reclamar “democracia”, cuando al mismo tiempo, con su irracionalidad, desconoce los principios básicos de ésta. La democracia no consiste en elegir un representante. Se trata de hacer un seguimiento a su gestión y manifestarse si ésta no se  corresponde a las expectativas de los electores. Llama la atención que la mayoría de aquellos “indignados” por la destitución del Alcalde, hagan siempre, antes de criticar al Procurador, una aclaración que parece ya un coro: “que quede claro que, aunque vote por Petro, considero que su gestión ha sido un desastre”.  ¿Será posible tanto descaro?

Estamos siempre atentos a criticar, de modo irracional, las acciones de los demás. No consideramos, ni por casualidad, hacer un autoexamen con respecto a un ejercicio democrático que comporte tiempo y sacrificio; y mucho menos pensamos en hacer cosas por los demás que no nos representen beneficio propio. En una cultura utilitarista, egoísta y además irracional como la nuestra, es casi un chiste hablar de democracia; y una broma de mal gusto exigir democracia frente a una acción que desde el punto de vista jurídico es válida.

Que el Procurador haya tenido que acudir a ese recurso, frente a las infracciones del alcalde Petro, y frente a una gestión que deja mucho que desear, es sólo consecuencia de las omisiones de la ciudadanía. Como nos hemos acostumbrado a manifestarnos únicamente bajo el calor de los acontecimientos (cosa que fomenta gravemente los actos irracionales, como saquear y destruir estaciones de Transmilenio), y el resto del tiempo, cuando tenemos la cabeza fría no somos capaces de ejercer nuestra tarea democrática, hemos caído en una dinámica enferma. Adormecidos día a día frente a una ciudad que espera nuestra acción, aprovechamos cualquier ocasión para ofendernos mutuamente y para lanzar flechas envenenadas desde todos los puntos, sin importar quien ha de caer. La mayoría de las veces, con las manifestaciones públicas no queremos manifestar lo que somos (porque ni siquiera eso sabemos) sino herir y ofender al que piensa diferente.

Esta ciudad no necesita un cambio de alcalde. Necesita nuevos ciudadanos. Lo único que sí se cumple con exactitud en nuestra democracia, es que tenemos a los dirigentes que nos merecemos.