Alfonso Orduz Duarte | El Nuevo Siglo
Sábado, 4 de Abril de 2015

Reflexiones de Semana Santa

 

En las últimas semanas los lectores, así como este columnista, han descansado de malas noticias. Una pausa saludable que me he dado y espero que así haya sido para todos. Los comentarios durante la pausa han sido dedicados a Alemania, con  la resurrección  de Berlín que por lo menos a los ojos de quienes han dejado de ir a esta ciudad en los últimos 20 años y vuelven, se han llevado una gratísima sorpresa que tiene que ver con el aspecto físico de lo que era la zona de la RDA que hace reconciliar al visitante con la política estatal de la libre empresa y la libertad. La difícil etapa que está viviendo Grecia, cuna de la civilización occidental, también fue motivo de la pausa. Este columnista ha querido hacer partícipes a sus lectores de las  impresiones de lo que se oye y se lee sobre este país.

Ahora en estos días de Semana Santa durante los cuales se recuerdan los  episodios históricos que dieron origen al cristianismo, los católicos que creemos en Jesucristo como Hijo de Dios, quien vino a este mundanal ruido a traernos una doctrina y unas creencias que han desafiado más de veinte siglos. Esta conmemoración se ha vuelto una época para hacer un alto en el diario discurrir de la vida. Es lo que debemos hacer los cristianos. Pero también constituyen días en los cuales se nos invita a reflexionar sobre el cristianismo y el cumplimiento de los diez mandamientos que constituyen la esencia de su doctrina y las normas de cumplimiento.

Si se hace una recapitulación de hechos ocurridos no podemos menos de lamentarnos de algunos de ellos que  contristan el alma. El asesinato de 4 niños en el Caquetá por unos líos de linderos. Si los responsables de este crimen están bajo la justicia colombiana, debemos reflexionar que algo no anda bien en nuestra organización social que permite que diferencias de la naturaleza de los que se supone crearon una situación por medio de la cual el único remedio era matar a unos niños indefensos y ajenos a los pleitos de los mayores. El asesinato por parte de unos fanáticos religiosos de dos colombianos en Túnez nos permite pensar que el apasionamiento religioso unido a  la exaltación política debe ser erradicado de nuestro diario comportamiento. Desgraciadamente la exacerbación y la intolerancia en el campo religioso constituyen una manera del comportamiento humano que no debería existir pero siguen históricamente latentes. ¿Y qué de la desviación psíquica del piloto que no tuvo inconveniente de acabar con su vida y de paso llevarse a ciento cincuenta personas? Preferible hubiera sido registrar alguna falla en el avión.  También se fueron allá dos compatriotas.

Todos los colombianos tenemos, o por lo menos la mayoría, un gran respeto por la majestad de la justicia. Lamentablemente los encargados de ejercerla parece que se hubieran propuesto quitarnos esa fe. Ahora hay que investigarlos a todos por los desvaríos de unos cuantos o por lo menos el de uno. Lo malo de esto es que el espíritu de cuerpo, tan positivo para creer en las instituciones cuando es ejercido en forma recta, parece que se va a imponer en otra forma y todos nos vamos a quedar viendo un chispero, que era como nos decían a los niños en otras épocas cuando se esperaba algo y a la postre sucedía lo contrario.  ¡Desearía estar equivocado!