ALFONSO ORDUZ DUARTE | El Nuevo Siglo
Sábado, 15 de Junio de 2013

Comparaciones odiosas

 

Los que ya hemos recorrido una parte importante de la vida e inclusive estamos por fuera de las estadísticas de permanencia en este globo terráqueo, no dejamos de hacer comparaciones, aunque se diga que toda comparación es odiosa, pero parece inevitable hacerla. Es válida la afirmación cuando hemos sido testigos conscientes de algunos hechos y circunstancias de la vida nacional éstos nos ponen a reflexionar.

¿Ha evolucionado el mundo para bien o para mal?   A los dotados de temperamento optimista, aunque con polo a tierra, les parece, nos parece, que la civilización avanza en pasos progresivos para bien de todos. La medicina, por ejemplo, es una da las ramas de la ciencia que ha progresado notablemente, así la preventiva aunque no siempre existe su  aplicación sistemática; esto ha hecho que el promedio de vida útil y productiva haya ido en aumento si se le compara con los índices del siglo pasado.  Pero de paso ha traído otros problemas uno de los cuales es la previsión de retribución a quienes han laborado y han culminado y según las normas vigentes, han cumplido su período apto de trabajo. Las previsiones en este sentido  como el aumento de la expectativa de vida, siguen siendo un asunto que gravita sobre las finanzas de un país. El aumento de la edad para ser acreedor a la pensión es un tema no solamente financiero sino político.  La lógica indicaría que a la luz del aumento del promedio de edad útil, seguiría naturalmente el aumento del tiempo de trabajo y por ende el de la edad para ser acreedor a pensión.  Dicen los que deben saber de estas cosas que el trabajo y el uso de la mente en forma permanente es factor de mantenimiento también del vigor físico. En algunos países de Europa el rigor con los pensionados es absoluto; una persona una vez  cumplida la edad y todas las demás condiciones para obtener su condición de pensionado se considera que ha salido de parte, como se suele decir por estos lados cuando a una persona se le ha dado lo que le corresponde y así es como no puede volver a trabajar, salvo en cuestiones de caridad o aspectos sociales en los cuales no sea acreedor a remuneración alguna. No es el caso en nuestro país; aquí el pensionado puede, si tiene oportunidad, trabajar en actividades remuneradas.  En fin, el aumento en la expectativa de vida introduce un factor que será determinante del trato que se les dé a los mayores y lo que éstos pueden hacer.

Todas estas divagaciones me llevan a considerar lo que se dice está pasando  en los altos tribunales que  ejercen e imparten justicia.  La composición de estas altas cortes antes de que se impusiera la cooptación como mecanismo para renovar la nómina de las mismas era de lo más selecto dentro de los profesionales del derecho y juristas. No quiero nombrar a ninguno para no correr el riesgo de dejar por fuera a otros. Elegir a quienes han de suceder a los que se han ido, por cualquier razón, ha introducido un factor de desestabilización y puja electorales, ajeno a la alta misión de administrar justicia cuyos resultados son objeto de serios cuestionamientos próximos al desprestigio. ¿Eran mejores las cortes de antes?  Toda comparación es odiosa.