¿Por qué Israel parece ponerse del lado de Putin ofreciéndole a Ucrania un apoyo insignificante y apenas tangencial?
Por una parte, se sabe que Jerusalén y Moscú tienen que entenderse a la perfección en Siria para no estrellarse puesto que ambos tienen intereses estratégicos en ese país.
Pero de ahí a que Ucrania acuse al ministro de Defensa israelí de no querer mantener un diálogo con Kiev, hay un largo trecho.
Lo que sucede es que el primer ministro israelí, B. Netanyahu, lo acaba de dejar claro nuevamente: “Más del 90 % de nuestros problemas de seguridad provienen de Irán, amenaza existencial de Israel”.
Por cierto, Irán es socio estratégico de Rusia en el teatro ucraniano.
Pero, aunque Irán agrede a Israel, Rusia no lo hace.
Antes bien, Rusia le permite a Israel contener y castigar a Irán en Siria.
En resumen, Israel y Rusia no son aliados, pero entienden claramente la necesidad de mantener un equilibrio funcional en Medio Oriente.
Y eso significa que el amigo de mi enemigo no tiene por qué ser siempre mi enemigo.
En cambio, el problema de fondo parece estar en la conducta que se espera de los verdaderos aliados.
En concreto, la situación verdaderamente grave se presenta cuando el comportamiento de un aliado tiende a favorecer más al adversario mutuo que a sus asociados.
Y eso es lo que podría estar sucediendo entre los EE.UU. e Israel a pesar de ser aliados esenciales.
Como en muchas ocasiones las alianzas son el reflejo de ideologías, o de los intereses políticos internos de cada país, el entendimiento entre Biden y Netanyahu no ha sido, exactamente, proverbial.
Por una parte, la Casa Blanca entiende que la relación constructiva pero distante entre Israel y Rusia es necesaria, sobre todo en un momento como este, en que Washington está pensando en retirarse por completo de territorio sirio.
Pero, por otra, a Jerusalén le cuesta mucho asimilar que EE.UU. busque aproximaciones con Irán.
De hecho, se ha filtrado que norteamericanos y persas han venido manteniendo contactos reservados mediante el gobierno de Omán para reemprender lo referente a un acuerdo nuclear al que Israel se opone vehementemente.
Esto ha quedado bien claro cuando el primer ministro Netanyahu sostiene que “ningún acuerdo será vinculante para Israel” y que, por el contrario, Jerusalén “seguirá haciendo todo lo posible para defenderse”.
En resumen, el manejo de las alianzas es hoy el campo más delicado y relevante en las relaciones internacionales y estratégicas.
Aunque nunca se logrará una relación absolutamente coincidente entre aliados, queda claro que dos grandes potencias no pueden darse el lujo de titubear en los aspectos medulares que caracterizan su relación y sus vínculos.
A la postre, hacerlo solo fortalecerá a los adversarios principales. Y si esto es cierto, una superpotencia, como Washington, podría verse de un momento a otro sin la miel y sin el queso.