Lo primero es lo primero
La verdad sea dicha, Colombia no está preparada para enfrentar con éxito el desafío que le significa la entrada al tiempo de los tratados comerciales que ha venido negociando a tontas y a locas el Gobierno, sin reparar en sus consecuencias. Como lo dijo recientemente el periodista Andrés Oppenheimer, “Colombia está demasiado obsesionada con el TLC y poco obsesionada con la productividad”. Según la Cepal, “Colombia, después de Perú y Bolivia es el país más atrasado en Latinoamérica en infraestructura”.
De acuerdo con la Federación Colombiana de Transporte de Carga (Colfecar) el atraso del país en vías es de por lo menos 60 años. Y no es para menos, habida cuenta de que Colombia ocupa el último lugar en la región en densidad vial con 119 kilómetros por habitante. Con razón afirma el Presidente de Colfecar que “con las vías de ahora, el TLC será un espejismo”. ¡Así de claro!
De 164 mil kilómetros de carreteras con los que cuenta la red vial en Colombia, sólo 900 -discontinuos- son de doble calzada y únicamente el 8.5% de las vias están pavimentadas (contra un promedio en América Latina del 27%) y de estas sólo el 12.6% estaba en buen estado, 51% regular y el 36.45 mal. Ello explica por qué, según la ANDI, “el costo de transporte interno en EE.UU. es el 30% (¡!) del de Colombia” y este será a partir del mes entrante nuestro principal competidor.
Y algo para Ripley: cómo es posible que después de 50 años de espera, cuando por fín se decide construir el Túnel de La Línea se contrata su construcción pero en un solo sentido y se prevé que sólo en el 2017 se empezará la construcción del túnel de retorno. Pero, tan grave como esta imprevisión e improvisación es que sólo ahora se percataron de que cuando se concluyan las obras que se están adelantando hacia el mes de septiembre del año entrante no habrá luz al final del túnel, porque se les olvidó contratar el tramo de 2.5 kilómetros que lo separan de Calarcá. Por esta razón, el túnel de La Línea sólo estaría habilitado hacia mediados del 2015. Cabe preguntarse, cuánto le va a costar al país, en términos de eficiencia y competitividad este craso error.