Andrés Molano Rojas* | El Nuevo Siglo
Lunes, 9 de Marzo de 2015

“Una nueva dinámica en el proceso de paz”

 

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La hora internacional

Dos  cruciales momentos parecen haber llegado para el proceso de paz que se desarrolla en La Habana entre el Gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc.  Por un lado, como lo señalaba esta columna la semana anterior, el del ius post bellum, es decir, el del derecho para después de la guerra -un momento estrechamente vinculado con la discusión del modelo de justicia transicional en la mesa de negociación-, pero en modo alguno limitado a ella. Y por el otro, el del involucramiento explícito, sustantivo y no solo adjetivo, de eso que suele invocarse como  “comunidad internacional”, sépase o no con certeza quiénes y a qué efectos forman parte de ella o para qué propósitos precisos se la invoca.

Esto no quiere decir que la “comunidad internacional” -siempre entre comillas- no haya estado participando ya de alguna forma en el proceso.  Ahí están, por ejemplo, los garantes y acompañantes (como Cuba, cuyo papel ha sido fundamental, incluso para disciplinar a los venezolanos cuando ha sido necesario). El expresidente uruguayo Pepe Mujica dijo una vez que “Lo más importante que está pasando en América Latina es el proceso de paz de Colombia”. Y en los corredores de varios ministerios de asuntos exteriores el optimismo se conjuga con el respaldo diplomático y la promesa de algo más que palabras -quizá no tanto como el Gobierno colombiano espera- para el posconflicto. Pero hasta ahora ha sido una participación relativamente pasiva, discreta, y sobre todo, expectante.

Lo que emerge es un horizonte de paulatina internacionalización, parcialmente consensuada pero no absolutamente controlada, de la terminación del conflicto, y naturalmente, del posconflicto. El recién designado enviado especial de la Casa Blanca, Bernard Aronson, mucho más que un notificador oficioso de lo que ocurra en La Habana: su gestión será clave para desatar varios nudos gordianos -incluyendo el que supone la diplomacia paralela de los detractores del proceso-, que se opondrán de plano a cualquier acuerdo al que se llegue. No es desdeñable tampoco el anuncio del ministro español García-Margallo, aunque quizá prematuro ante la opinión pública, en el sentido de “blindar” un eventual acuerdo por medio de una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU. El acuerdo sobre desminado es en buena medida impracticable sin apoyo internacional. Ni qué decir tiene de lo que viene en seguida.  La hora de lo internacional ha llegado.  Pero nadie hará por Colombia lo que el país no quiera, o  se presuma que tiene capacidad de hacer por sí mismo.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales