ANDRÉS MOLANO ROJAS* | El Nuevo Siglo
Domingo, 9 de Junio de 2013

¿Críticos o masoquistas?

Días  atrás comentaba un periodista español, refiriéndose a sus compatriotas, que cuando se trata de juzgar la acción del gobierno o la situación de su país la mayoría de ellos no son “críticos sino masoquistas”, de tal suerte que nunca nada es suficientemente bueno o positivo, y haga lo que haga el gobierno es un error, y el país está irremediablemente mal encarrilado; como si hallaran fruición en subrayar lo obvio (que en política no existen panaceas) y en acusar de ello al gobierno de turno. Esto los lleva a evaluar la gestión gubernamental con un criterio maniqueo, según el cual el gobierno sólo puede ser bueno o malo, en todo o en nada.  Y como un gobierno bueno en todo no existe, ni ha existido jamás -gracias a Dios-, no les queda otra alternativa que quejarse sistemáticamente del que tienen y arremeter contra todo lo que hace.

Algo similar ocurre en Colombia, por ejemplo, en materia de política exterior.  Se cuestiona la creación de la Alianza del Pacífico porque Buenaventura vive una situación crítica y calamitosa y porque Chocó es el Departamento más pobre.  Se minimiza la invitación de la OCDE con el argumento de que eso, en todo caso, no va a resolver el problema de la pobreza ni la inequidad, y porque esa organización es solo un “club de ricos” en el que Colombia no tiene nada qué hacer.  Si Santos recibe a Capriles entonces está poniendo en riesgo el proceso de paz -porque de alguna manera hizo carrera la idea de que si no hubiera sido por Chávez las Farc no habrían llegado nunca a negociar-.  Y si habla de la OTAN, entonces se está poniendo en riesgo “la integración” latinoamericana.

Por supuesto que la diplomacia colombiana está lejos de vivir su “era dorada” -con perdón del excanciller Pardo. Desde luego que para ser exitosa la política exterior requiere fundamentos sólidos en el plano interno-, una estrategia de desarrollo del Pacífico colombiano (para que la Alianza funcione) y ajustes institucionales profundos (para poder hacer aquella invitación efectiva). Evidentemente haber recibido a Capriles implica costos que hay que asumir. Cierto que el anuncio sobre la OTAN fue inoportuno e impreciso. ¿Pero no entraña todo esto un montón de oportunidades? No ofrece también incentivos para poner a punto una agenda largo tiempo postergada? ¿No obliga al país a pensar de un modo distinto?

Resulta sano y necesario advertir contra los espejismos, contra la desmesura.  Pero eso se puede hacer sin tanto masoquismo. 

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales