ANDRÉS MOLANO-ROJAS* | El Nuevo Siglo
Lunes, 20 de Enero de 2014

Ahora, el fallo sí

 

Primero fue el discurso derrotista del despojo, de la “pérdida” de un mar territorial,  que ni era territorial ni podía perderse (porque nunca había sido de Colombia).  Luego fue la desaforada búsqueda de culpables, como si los hubiera, en un proceso que si bien no satisfizo las expectativas colombianas (alimentadas por un mapa imaginado), estuvo también muy lejos de satisfacer las ambiciones nicaragüenses.  Vino después una “estrategia integral” que incluyó una acrobática demanda contra el Pacto de Bogotá, previamente denunciado, y que pronto tendrá que resolver la Corte Constitucional en un juicio que ojalá se condiga más con el derecho que con el patrioterismo.  Luego emergieron las tesis conspirativas, y más adelante, el reclamo para que el país intentara una revisión de la sentencia, tan improcedente como eventualmente contraproducente.  Y todo esto articulado con el argumento de que el tal fallo es “inaplicable”.

¿Y para qué?  Para que a la postre los nicaragüenses iniciaran dos nuevos procedimientos contra Colombia ante la Corte Internacional de Justicia, uno de ellos verdaderamente inédito, por las declaraciones de altos funcionarios colombianos que según Nicaragua muestran “el rechazo del fallo (de noviembre de 2012) por parte de Colombia”.  Procedimientos, si se quiere, apresurados y forzados por el cronograma, pero en modo alguno anodinos y mucho menos inocuos, a los que ahora Colombia tendrá que enfrentarse, y frente a los cuales, paradójicamente, la denigrada sentencia de La Haya ofrece un parapeto.

Tal vez por eso, ahora el fallo sí.  De ahí que el Gobierno esté empezando a pensar cómo desmonta (o por lo menos diluye) el discurso vendido hasta el momento para el consumo interno, y empieza a reivindicar lo que la sentencia de marras siempre fue:  un verdadero título jurídico de los derechos de Colombia en el Caribe y el punto de apoyo para lograr el que debió ser siempre el objetivo último de la “estrategia integral”:  la solución definitiva y comprehensiva de la controversia con Nicaragua en aspectos no sólo territoriales, sino también migratorios, ambientales, de explotación de recursos y de seguridad, mediante la configuración de un marco jurídico internacional que le dé certidumbre y solidez a la relación bilateral, al tiempo que contribuye a consolidar la inserción de Colombia en esa zona geopolítica.

No será fácil calmar los ánimos nacionalistas, ni contener a los polizones ni a los saboteadores.  Ni negociar con Nicaragua, construir confianza, y lograr de ella el compromiso necesario.  Ni resolver los problemas estructurales del archipiélago, de los que el tal fallo, además, no tiene la culpa.   

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales