ANDRÉS MOLANO ROJAS | El Nuevo Siglo
Lunes, 9 de Julio de 2012

De a poquitos

 

Este mes Colombia presidirá nuevamente el Consejo de Seguridad de la ONU.  No se trata de un honor, ni reconocimiento, ni de un privilegio especial otorgado al país por alguno de sus “logros” o por su “liderazgo” en algún ámbito de la política internacional.  De conformidad con su reglamento provisional, esta posición recae por turnos de un mes en cada uno de los miembros del Consejo, según el orden alfabético de sus nombres en inglés. En cuanto a las funciones, el mismo reglamento establece que “el Presidente dirigirá las sesiones del Consejo de Seguridad y, bajo la autoridad del Consejo de Seguridad, representará a éste en su calidad de órgano de las Naciones Unidas”. A pesar de lo pomposo de su nombre, la Presidencia del Consejo de Seguridad implica funciones básicamente procedimentales. Con todo, por tradición se ha establecido que cada Estado en ejercicio de ella tiene la prerrogativa de impulsar un tema específico en la agenda, por ejemplo, a través de sesiones temáticas o debates abiertos.

En esta ocasión el tema elegido por Colombia es el de la consolidación de la paz en escenarios de postconflicto.  Es evidente la conexión que esto tiene con los asuntos internos del país. Sin embargo, probablemente otras materias más apremiantes y polémicas ocuparán las deliberaciones del Consejo: la prórroga de varias misiones de paz, Palestina, Sudán, y Somalia; y sobre todo, y de formas que podrían resultar verdaderamente inesperadas, los acontecimientos en Siria y el enredado contencioso nuclear iraní.

 

No son cuestiones en las que el país pueda aspirar a ejercer una influencia determinante, a pesar de las exaltadas declaraciones del embajador Osorio sobre el papel de Colombia a la hora de “garantizar la paz mundial”. Pero ello no significa que deba contentarse con ser un convidado de piedra, o limitarse simplemente a ser el yes-man de las grandes potencias con las que tradicionalmente ha alineado su política exterior.

Por el contrario, esta es otra oportunidad para que la diplomacia colombiana, y la opinión pública en general, aborden temas que normalmente están fuera de su perspectiva o son considerados demasiado ajenos como para merecer ya no preocupación sino atención siquiera.

De a poquitos. Antes de ser un “jugador global”, mediar entre Israel y Palestina u ofrecer la “llave de la paz” también para Siria, el país tiene que entender mejor el mundo y definir el lugar que en él quisiera ocupar. Y el Consejo de Seguridad siempre será un buen escenario para empezar a hacer ese ejercicio.

*Analista y profesor de Relaciones Internacionales