Tener apertura y capacidad de diálogo hacia quienes piensan distinto no es entreguismo ni debilidad, sino, por el contrario, fortaleza y seguridad en el propio pensar. Cuando hay debilidad en los principios es cuando se apela al fanatismo como recurso sustitutivo en la escasez de fundamentos del propio ideario. Con serenidad se habla con los adversarios, sin temor, cuando, como S. Pablo, se sabe en quien se apoya la fe (II Tim. 1,12).
Cuando alguien ha sido escogido para cargo de tanta responsabilidad, como es ser “Vicario” de Jesucristo en la tierra, es deber del sencillo creyente orar por su labor y sus actuaciones, poniendo confianza en la rectitud de quien obra asistido, por el Espíritu Santo. Cuando algo extraña de cuanto dice u obra se debe averiguar a fondo el sentido de su enseñanza, sin prejuicios, ni estar pronto a creer cuanto digan adversarios que surgirán, al estilo de los fariseos del tiempo de Jesús, que siempre criticaban su mensaje y sus actuaciones y desoían sus explicaciones, que los “humildes y sencillos” sí las acogían (Mt. 11,25).
“No está el discípulo por encima del maestro… Si al dueño de la casa le han llamado Beelzebú, ¿cuánto más a sus empleados?”, dijo Jesús (Mt. 10,25). Esto se cumple en nuestros días cuando personas caprichosas y arrogantes se han dedicado, desde años atrás, a lanzar contra los representantes de Jesús en la tierra toda clase de improperios por falsas interpretaciones, y, últimamente, contra el Papa Francisco, como el Dr. José Galat, a través de Teleamiga, lanzando, reiteradamente, falsas consejas con propio gozo, el de algunos de sus colaboradores y televidentes que creen en esos ataques presentados, sagazmente, con ropaje de verdad.
Se ataca al Papa, en esos programas, por una frase, en la que expresó la verdad de que el último juez de las actitudes humanas es solo Dios, p. e. al juzgar a una persona que desde su infancia ha tenido características “gay”. El Papa ha explicado que sostiene como doctrina lo expresado en el Catecismo de la Iglesia Católica (nn. 2357- 2359) en donde habla de los nacidos con esa tendencia, y pide “sean acogidos con respeto, comprensión y delicadeza”, pero cuyas relaciones sexuales con personas del mismo sexo califica de “contrarias a la ley natural”, y, por tanto, “pecaminosas”. El Papa no cambia una línea, decir lo contrario es falso, cuanto ha afirmado que es que el último juicio, en el fuero interno de cada cual, se deja al juicio de Dios.
Repite el Sr. Galat, en programas televisivos que el Papa ha autorizado la comunión de parejas católicas que vivan en adulterio, con falsa interpretación de su Instrucción “La alegría del amor” (Cap. VI). Leyendo fielmente lo enseñado allí por el Papa no es cierta esa interpretación sino que pide hacia estas personas actitud comprensiva en la comunidad cristiana, de la cual no están excomulgadas, pero reafirma la disciplina de abstenerse de la Comunión Sacramental.
Ha llegado, el mismo Sr. Galat, al atrevimiento de calificar al Papa Francisco de “hereje”, a poner en duda su misma elección. Pretende, y, también, mostrar al respetado Papa Emérito Benedicto XVI en contraposición con el actual Pontífice, interpretando, dolosamente, algunas de sus frases, en contraste con las palabras sinceras de admiración y respeto hacia él, expresadas en sus “Últimas conversaciones” con el periodista Peter Seewald (Págs. 237-238)
Gran claridad tiene el Papa Francisco de la genuina doctrina de Cristo y de la Iglesia, y, por eso, aún consciente de que ciegos fanáticos lo atacarán, la proclama con gran apertura hacia los frágiles y débiles, como Jesús. Esa apertura no es aprobación del error ni del pecado, sino, como el Maestro, buscando al pecador para que “se convierta y viva” (Ez. 18, 21-28). Es apertura sin entrega doctrinal.
*Obispo Emérito de Garzón
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