Es materialmente imposible evaluar desde ahora los posibles resultados que puedan tener las acciones que desarrolle el nuevo Presidente de los Estados Unidos. Pero si podemos vislumbrar algunos cambios que en mi concepto ocurrirán entre sus posturas como candidato y las acciones que desarrolle como gobernante.
Pondré los reflectores, sobre todo, en sus constantes críticas a los tratados de libre comercio firmados entre su país y otras naciones, especialmente el NAFTA suscrito con México y Canadá, a los que acusa de haber socavado la grandeza pasada de Estados Unidos.
Ese tratado, por cierto, ha tenido muchos detractores desde su implementación, pero jamás fue tocado por los anteriores Presidentes, quienes lo vieron, acompañados por los empresarios, como una eficaz herramienta para incrementar los flujos comerciales y el crecimiento económico.
Es paradójico que los argumentos planteados por el candidato Republicano parezcan arrebatados del manual político de los sindicatos de su país, por cierto muy cercanos al Partido Demócrata. Siendo en realidad del flanco izquierdo de ese Partido.
Cuando durante la campaña escuchaba sus discursos fue muy grande mi sorpresa, de no creer, incluso llegue a pensar que el empresario estaba confundido y tratando de emular las propuestas de Bernie Sanders el fuerte rival de ideas socialistas que enfrentó Hillary Clinton en su carrera por la candidatura Demócrata.
Es que los sindicatos insisten dese que apareció el libre comercio en el mundo, que al suscribir estos tratados Estados Unidos destruye miles de puestos de trabajo en su territorio, creándolos en los países beneficiarios del mismo. Esa fue la gran dificultad que enfrentó nuestro TLC y que presencié como Cónsul General en NY, mientras la mayoría Demócrata controló la Cámara de Representantes en Washington DC.
Sin embargo, el Partido Republicano del nuevo Presidente, defensor del libre comercio, no le teme a la pérdida de esos trabajos en la base de la pirámide laboral; cree firmemente que al crecer el comercio esa mayor riqueza genera otros trabajos mejor remunerados, aunque para personas que no mueven y arman cosas, como los obreros, sino que deben estar mejor educadas, son creativas e innovadoras.
Es decir que al Partido rojo del nuevo Presidente no le preocupa en absoluto que esos puestos de obreros se trasladen a China, México, Chile, Perú o Colombia, pues aquella mano invisible visualizada por Adam Smith, debe beneficiar sectores distintos de la economía, como ha ocurrido con el milagro de innovación en Silicon Valley.
No sobra recordar que cuando se promovió el ALCA, la política de tratados de libre comercio con la totalidad de países de América Latina, uno de los objetivos perseguidos era la permanencia en sus propios países de los habitantes de América Latina, evitando que por falta de oportunidades de trabajo muchos terminaran ingresando irregularmente en norte américa.
Es decir con esto no era necesario construir un costoso y largo muro en la frontera con México.
Será que alguien le explica esto al nuevo Presidente, o ¿en el Congreso de mayoría Republicana pueden recordárselo?