Desde hace años tenemos evidencia científica de que los espermatozoides no compiten por fecundar el óvulo. La vida surge en forma diferente.
Una investigación conjunta entre la Universidad de Estocolmo y la Fundación NHS de la Universidad de Manchester, publicada en 2020, identificó que los óvulos humanos pueden escoger el esperma, para lo cual utilizan unas sustancias llamadas quimioatrayentes, las cuales permiten acercar y retener el esperma a los óvulos sin fecundar. Este descubrimiento es maravilloso, pues derriba la teoría que ubica a cada espermatozoide en una carrera desenfrenada por llegar de primero al óvulo, por lo cual la competencia sería fundamental para la humanidad. Por fortuna, esto es falso.
Muchas veces tomamos las teorías, que son puntos de vista, como realidades irrefutables. Una de ellas es creer que la competencia es la base de la evolución, sustentada en las propuestas de Darwin, el pensamiento de la Modernidad y esta creencia de la competencia por la fecundación. La ciencia misma está demostrando que eso es bien diferente y que no se trata de competir sino de elegir: de las múltiples posibilidades que tiene la vida, ella fluye con las mejores opciones. No se trata de mejor o peor, de comparaciones que resultan tanto inútiles como mezquinas. Tampoco se trata de ganar ni de quien gane sea el mejor. La vida se trata de cooperación y sincronicidades.
Por supuesto en un mundo regido por la competencia lo anterior parece absurdo. ¿No competir? ¿No luchar? ¿No vivir desde la pasión? Hemos vivido en esta creencia durante siglos y hemos hecho de la competencia un valor supremo, sin darnos cuenta -o posiblemente sí- que con la competencia se excluye, se margina, se fragmenta y se hace invisible al otro. Claro, la ganancia está justamente en ello, en el éxito para unos pocos, o para uno solo, como en la creencia que hay un espermatozoide ganador tras una guerra feroz, apasionada. La investigación de estas universidades de Suecia y el Reino Unido nos pone en un paradigma diferente: nos saca de la lucha por la vida y nos permite vislumbrar otras posibilidades más amorosas.
Como no todo es blanco y negro, es verdad que en la competencia se dan solidaridades momentáneas, que hay disciplina y exigencia, que llevan a la superación individual ¿Y qué tal que podamos ser solidarios, disciplinados y exigentes mediante la colaboración? ¿Qué tal si la superación es colectiva? Esto implicaría integrar los egos y pasar de la pasión al amor, ampliar la consciencia. Difícil, sí. Posible, también.
Ya sabemos que la vida no se origina con competencia, sino en el océano de todas las posibilidades. Seremos conscientes, también, de que la evolución no es compitiendo, sino colaborando.
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