Disrupción literaria en acción | El Nuevo Siglo
Domingo, 5 de Marzo de 2023

Hace ya casi una década, durante un viaje mochilero por la Costa Este de los Estados Unidos, tuve la osadía de colarme sin invitación en el despacho del profesor Duncan Kennedy en la Universidad de Harvard, una de las cabezas más visibles de los aclamados Critical Legal Studies.

Esta revolucionaria escuela de pensamiento jurídico que surgió en las facultades norteamericanas hacia los años 70 sacudió los cimientos de la filosofía del derecho, hasta entonces de una estricta rigidez interpretativa y una clara influencia europea, propugnando una visión mucho más realista y menos romántica sobre la idealizada imparcialidad de la justicia. Una polémica propuesta ideológica que se resumía en que, esencialmente, daba igual lo que estuviera escrito en la Ley, pues en últimas los jueces terminarían fallando guiados por lo que hubiesen comido en el desayuno.

Allí, de pie ante su puerta en aquella desangelada sala de espera con olor a moqueta, la cual encontré por accidente gracias a mi asombrosa habilidad para extraviarme en recintos cerrados, mi sorpresa fue doble: la primera, que no estuviera muerto, ya que por alguna razón arrastro conmigo la presunción de que cualquier autor digno de ser estudiado en la clase de Teoría del Derecho debía, por antonomasia, haber fallecido hace suficiente tiempo para que sus ideas cuajaran hasta volverse dignas de ser enseñadas y, la segunda, que encima de la mesa de centro, cual revista de farándula en peluquería, el profesor Kennedy hubiese dispuesto para deleite de sus visitas, entre otros, de un libro sobre Derecho Administrativo de la Universidad de los Andes.

Lo que en su momento me parecía una mera incidencia anecdótica, hoy, inmerso como estoy en una laboriosa búsqueda por recuperar los textos de aquellos pensadores legales que marcaron mis años estudiantiles, lo evoco como un vestigio nostálgico de esa época en que la academia colombiana estaba a la vanguardia editorial. Pues lo que muchos no saben es que fue por aquel entonces en que varias universidades locales decidieron invertir fuertemente en los derechos de obras clave de académicos internacionalmente respetados, editando así auténticas joyas jurídicas que, de no haber sido por su arrojo venciendo al natural escepticismo comercial de lanzar al mercado un producto de tales características, nunca habrían superado la barrera del idioma y no se podrían leer en español ¡Eso era disrupción literaria en acción!

La obra de Duncan Kennedy no fue la única beneficiada en esta era dorada de la imprenta universitaria nacional, ya que trozos vitales del catálogo de otros titanes jurídicos como Richard Posner, Robert Alexy, Luigi Ferrajoli, H.L.A. Hart, Günther Jakobs y decenas más estuvieron ampliamente disponibles para lectores de toda Hispanoamérica. Un lujo que, en la actualidad, muchos estudiosos de esta disciplina no tienen, como en el caso de España, por ejemplo, pues cualquier interesado que desee acceder en nuestro idioma a este material tendrá que involucrarse en un complejo proceso de importación desde Colombia que, no pocas veces, será fútil e infructuoso al encontrarse varios de estos títulos ya descatalogados. Al tiempo, una pena y una oportunidad para nuestras editoriales universitarias.

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