EDUARDO VARGAS | El Nuevo Siglo
Domingo, 19 de Enero de 2014

Espacio, tiempo y conciencia

“Debemos construir colectivamente experiencias vitales, en amor y armonía”

Hemos  estado acostumbrados a manejar los conceptos de espacio y tiempo como variables fundamentales para el recorrido existencial.  Ocupamos lugares en el espacio que nos sirven como puntos de referencia: aquí, allá, allende. Y dependiendo del lugar en el que nos encontremos tenemos una mirada sobre el mundo y todo lo que en él acontece.  Dependiendo del adverbio de lugar, aparece la variable tiempo.  Aunque podemos decir “estoy allá”, no es congruente.  Lo procedente es decir “estoy aquí”, lo cual nos introduce en el tiempo presente; “estuve allá” nos refiere al pasado, eso que ya se vivió.  Y “estaré allá” o “estaré aquí” está mediado por la incertidumbre, pues aunque tengamos la intención de ocupar un lugar en un tiempo futuro, nada nos puede garantizar que en efecto así será.  Espacio y tiempo son, entonces, dos referentes claves para nuestra experiencia vital.

Los encuentros con otras personas se dan en tiempo y espacio.  El espacio se nos ha ido extendiendo gracias al avance de las comunicaciones, por lo cual aunque no necesariamente coincidamos en el mismo lugar geográfico sí lo podemos hacer en el mismo espacio virtual.  El tiempo también lo hemos ido relativizando, por lo cual podemos tener conversaciones en tiempo no real, igual de fluidas como si la conversación fuese en el mismo presente. Los encuentros los establecemos en esos tiempos y espacios, condensados o distendidos. Pero para que las relaciones perduren, necesitamos introducir otra variable: la conciencia.

Lo que hace que amistades, parejas o sociedades se mantengan es la vibración en el mismo nivel de conciencia.  Esto lo podemos comprender cuando hablamos de coincidir en maneras de pensar -no necesariamente en todas, afortunadamente- tener objetivos comunes y transitar caminos similares.  La cuestión pasa por ahí, pero va mucho más allá: también incluye que nos podamos dar cuenta cada vez más de todas las dimensiones de nuestra vida, de ir soltando los automatismos y de conectar cada vez más con nuestra interioridad: ese es el viaje eterno de la conciencia.

Si en esos encuentros con otras personas alguna se escapa de los automatismos, se fuga del lote, como se diría en ciclismo, y las demás no están interesadas en avanzar, se da el desencuentro, y es sano.  Claro, lo ideal sería ir todos en grupo, pero avanzar en la consciencia es una decisión individual.  Resulta más sano avanzar que estancarse; quienes se quedan mantienen el encuentro, en otro nivel de conciencia hasta que alguien decida seguir avanzando o dejarse apoyar para crecer.  Tiempo, espacio y conciencia son las variables que nos ligan a los otros.  Reconozcamos esta última, pues estamos invitados a construir colectivamente experiencias vitales, en amor y armonía, creciendo, apoyándonos mutuamente.

@edoxvargas