EDUARDO VARGAS MONTENEGRO | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Julio de 2012

El miedo es sólo un visitante

 

El infierno está plagado de buenas intenciones, nos cuenta un adagio popular. Cuando las ideas no se llevan al plano de la acción, se quedan en la nube de lo eternamente potencial, sin que llegue a ser acto. Como todos los días tenemos retos de vida, son incontables las ideas que se nos pueden ocurrir para resolver los problemas de la cotidianidad. Pero si no actuamos las ideas, no llegará la solución del problema, pues aunque la magia existe es preciso cooperar con la existencia, asumiendo la responsabilidad de lo que nos corresponde hacer. Nadie aprende a nadar en la teoría, viendo un video muy elaborado, detallado y preciso, así haya sido hecho por el mismísimo Michael Phelps. No basta con conocer las dimensiones de una piscina olímpica ni repasar en la mente los movimientos del estilo libre. Para aprender a nadar es preciso sumergirse en el agua y hacer lo que es preciso: soltarse.

El miedo, connatural a los seres humanos, nos puede llevar a la parálisis ante diferentes circunstancias de la vida. Si bien el miedo es esencial para la sobrevivencia de la especie, cuando le entregamos nuestro poder perdemos paulatinamente nuestros márgenes de actuación. El miedo nos sirve para planificar, para prever escenarios posibles, para tomar las medidas necesarias para que un proyecto llegue a buen término. Sólo que cuando nos hacemos más pequeños que el miedo, cuando no reconocemos que como cualquier otra emoción no es permanente sino que está de visita, dejamos de hacer. Es ahí, cuando con todo y miedo, es preciso que entremos a la piscina. Claro que hay riesgos, siempre los hay; pero si no corremos el riesgo, jamás sabremos de todo lo que somos capaces de hacer.

¿Cuáles son sus miedos profundos, aquí y ahora? Pueden ir desde tener una conversación franca con su pareja, hasta soltar el control excesivo sobre sus hijos, pasando por emprender un negocio o eventualmente cerrarlo. Cada quien tiene sus propios miedos, y en este reconocimiento no caben las comparaciones. Miedo a crear, a perder; miedo a comunicarse o a escuchar la voz interior. Si hoy reconocemos que no somos el miedo, que sólo es un visitante, temporal, y que tenemos el poder sobre nuestras propias vidas, tal vez nos arriesguemos a hacer cosas distintas para alcanzar resultados diferentes.

Tenemos siempre la posibilidad de ensayar: así funciona la vida, probando, errando y acertando. Así es que aprendemos. Si hoy usted se decidiera a ensayar un modo nuevo de encarar un problema, sin apego al resultado, podría sorprenderse con lo que puede lograr. Pero no hay que esperar a que el miedo se vaya, también lo puede invitar a la acción.