Eduardo Vargas Montenegro, Phd | El Nuevo Siglo
Jueves, 2 de Abril de 2015

ESENCIA

Otras solidaridades

La  vida cobra vigencia en la otredad, en las relaciones que establecemos los seres humanos para poder pasar de sobrevivir a convivir, construyendo entre todos el mundo. No tendría sentido la subjetividad si no somos capaces de crear vínculos con nuestra familia próxima, la extensa, con vecinos, amigos y las personas que llegan a nuestras vidas diariamente. Teniendo todo ello presente sería preciso establecer desde dónde nos relacionamos para que las interacciones sean sanas para todos. Aunque se haya dicho mucho, cabe recordar que si cada persona es autónoma, requiere también interdependencias sanas para aprender lo que necesita para su evolución espiritual.

También es bien sabido que nadie puede dar lo que no tiene, lo cual se nos suele olvidar con mucha facilidad. Sucede que arrastramos en nuestras culturas unas herencias demasiado fuertes que nos atan al sacrificio, al sufrimiento y a la culpa como condiciones necesarias para la convivencia, para la solidaridad entre congéneres, lo que nos lleva a desdeñar la propia vida en aras de brindar apoyo al otro, so pena de ser juzgados como egoístas, auto-referidos e incluso inhumanos, y de ser condenados por ello. Sin que nos demos cuenta, vivimos nutriendo y perpetuando un eje en el que se entremezclan tres elementos tan nocivos como inútiles para crear nuestras relaciones: sacrificio/sufrimiento/culpa, juicio y condena.  

Aún se alaba el sacrificio como una manera noble de interacción: madres sacrificadas, padres abnegados, amigos que se han convertido en mártires por alguna noble causa. Desde la culpa se sigue manipulando: es ella tal vez el sentimiento más inútil, pues paraliza, desgasta y aniquila. No nos hemos movido del todo de la culpa hacia la responsabilidad, a que cada quien asuma sanamente las consecuencias de sus equivocaciones, sean las que sean, pues aparece inexorablemente el juzgamiento. Nos convertimos en jueces implacables de los otros, de nosotros mismos, en ejercicios de señalamiento sin compasión alguna. Se nos olvida con mucha facilidad que todos erramos, que somos compañeros en el largo viaje de la consciencia, que recién iniciamos. Por ello hemos establecido escalas de calificación para los errores, movidos por la necesidad de generar armonía. 

No lo estamos logrando, a pesar de las condenas a muerte, las cadenas perpetuas, las declaraciones de indignación… Necesitamos movernos hacia otros lugares no explorados, requerimos reinventarnos. Posiblemente un paso para ello sea el reconocer la propia vida como la más importante. Fue la que nos entregaron, por la que habremos de responder, desde la cual nos relacionamos. Si cada quien reconociese su vida como la más importante, podría luego valorar plenamente la vida del otro, honrándolo. Pasaríamos de solidaridades insanas a otras armónicas y efectivas. Podríamos entrar en otras frecuencias relacionales, sanas y duraderas.

@edoxvargas