Uno de los primeros choques que tuve con el África, en donde sumando viví cerca de 12 anos de mi vida, fue entender dentro de mi marco de una practicante católica, la visión de los africanos y sus distintas tribus acerca de sus múltiples concepciones de religión, de culto.
No lograba concebir que fueran católicos, bautizados con todos los sacramentos recibidos devotamente en sus vidas o musulmanes que rezaban tres veces al día y hacían el ramadán con toda la disciplina y método y que a su vez, mantuvieran ese apego tan vivo a sus costumbres cotidianas, en sus ritos y creencias.
Entendí, finalmente, que eso que yo consideraba un absurdo, una dicotomía incomprensible, es lo lógico y natural para ellos. Es así, como ellos viven sus creencias, no importa la tribu o comunidad en donde se desenvuelvan. Mi eficiente secretaria, cuando fui embajadora en Costa de Marfil, de origen francés y perteneciente a la comunidad del Opus Dei, Margarita Cherel, se sentó un día pacientemente a darme solución a todas las dudas que me bullían en mi cabeza.
Embajadora: “Usted tiene que entender que no importa si ellos son católicos, musulmanes, evangélicos, protestantes o budistas, ellos jamás van a dejar sus creencias originales, las de sus tribus, con las que nacieron. Nunca dejan su relación con la naturaleza, sus dioses, su medio ambiente, lo que los rodea. Entienda, que ellos están influenciados por sus antepasados, concepciones mágicas, cultos tradicionales que es lo que les da sentido de un Ser Supremo, en donde tratan de buscar su Unidad”.
Burgos Bartolomé en su libro “Culturas africanas y desarrollo”. Pág. 207-209 decía “Los rasgos de los africanos son el carácter holístico global, el vitalismo, ética clanico, autoridad a la tradición, concepción de la naturaleza y del tiempo, lenguas…”
La concepción del mundo la ven y la viven en su fuerza vital, en su existencia que está interconectada con el universo, siendo interdependiente y que puede obrar como fuerza positiva o negativa.
Creen en un Dios relacionado con la naturaleza, las piedras, el agua, las plantas, los peces y demás, que todos forman con el ser humano un tejido que es el que los preserva de los peligros, dificultades del mundo. Esto se observa especialmente en los bantús y otras tribus.
Se debaten entre la dualidad de lo profano y lo sagrado, lo natural y sobrenatural, la materia y el espíritu, Creen en muchos dioses insertos en la naturaleza y el medio ambiente que los circunda de manera permanente en sus vidas.
El universo lo conciben como unitario, para ellos no existe al mismo tiempo lo natural y sobrenatural. Su mundo religioso respeta una jerarquía. Los yorubas, por ejemplo, creen que los espíritus invisibles son los que determinan lo bueno y lo malo de los seres humanos.
Sus vidas están llenas de cultos que en últimas los llevan a una experiencia unificadora.
En la mayoría de las tribus hay brujos o hechiceros, que se especializan en hacerles el mal a quien ellos determinen. Por ejemplo, el mal del ojo.
Su mundo holístico lo valoran, el tiempo por ejemplo es una variable relevante.
Las nuevas generaciones africanas se debaten en torno a cómo las nuevas tecnologías pueden compatibilizarse con la naturaleza, sus antepasados, sus ritos. John Donahue quien ensena en la Universidad Uppsala tiene un libro maravilloso sobre este tema.
Cuando me entere de los ritos de nuestros indígenas buscando los niños, inmediatamente mi mente voló a mi querida África y tal vez mi experiencia les ayude a entender todos los ritos que los indígenas realizaron y como los espíritus estaban protegiendo la vida de estos pequeños en esa selva tan tupida y llena de peligros. Fue un Milagro de Dios encontrarlos con vida.