El adagio popular enseña la filosofía del pueblo, reflexión resultado de la rutina y, consecuentemente, conclusión que acierta porque encierra una verdad producto de la experiencia; los maestros enseñan que el sentido de la filosofía es el descubrimiento de la verdad, hallazgo que, se supone, no es sencillo, entre otras razones porque hasta ahora no hay un acuerdo acerca de su sentido. Cuando Cristo le iba a responder a Pilatos esta pregunta, el déspota dio la espalda y ninguna atención le prestó al interrogado. En todo caso el refrán predica que “El tiempo perdido los santos lo lloran”
Por supuesto que la referencia no alude a Juan Manuel, Enrique o Francisco, pues ellos hasta ahora no han dado muestras de congoja. Todo lo contrario, son indolentes ante ese pesar popular, una actitud generalizada, pues el tiempo pasa y nada cambia o mejora, todo se agrava y el pueblo lo padece
Hace exactamente un año, en esta columna se hizo este comentario: “Aparte de las alzas derivadas del incremento del IVA se esperan otras que incidirán en la situación. Por ejemplo: la gasolina; los arriendos ajustados con el ÍPC y ¡los peajes! Y es con respecto a estos “asaltos” que el Congreso podría reparar su desacreditada imagen si regulara ese cobro de manera racional y efectiva para impedir que los beneficiarios de esa “tasa” aprovechen, para su propio beneficio, cada día, la necesidad de movilización del pueblo, limitando, además, la libertad de locomoción. Lo obvio seria que se estableciera un límite en la distancia entre peaje y peaje y de otra parte que se exija la retribución de su exigencia, pues hay carreteras gravadas con ese portazgo que se hallan, Señor Contralor, ¡descaradamente abandonadas! Lamentablemente la ciudadanía y sus representantes políticos nada hacen para reclamar”.
Entre el 26 de diciembre y el 29 pasado, el tránsito de Ibagué a Calarcá, un recorrido de 80 kilómetros, se hizo en 20 horas, entre otras razones por la fila prolongada para pagar el peaje. El público protestó por esa arbitraria demora, causa del incumplimiento de las obligaciones de la concesionaria de la vía y de la policía. Ninguna razón verdadera se dio para explicar ese abuso y desidia; en los medios se publicaron disculpas mentirosas. Cierto que se presentaron algunos tropiezos por vehículos que obstaculizaban la carretera, pero ninguna operación hizo la policía o los administradores de la vía para retirarlos oportunamente, pero eso sí, el peaje hubo que pagarlo después de superar una larga fila.
Unos usuarios conformes y abnegados; unas autoridades abusivas y unos medios de comunicación rutinarios y obedientes a la versión oficial. Entre tanto nadie paga ni repone el tiempo perdido y ya empezó el aumento en el costo de la tarifa y el de los retenes de cobro, motivo último que está generando protestas en Urabá, entre Chigorodó y Necoclí, zona de población pobre y necesitada de tránsito libre en la Autopista Trasversal de Las Américas.