Estoy seguro de que no me lo van a creer, pero lo elegí al azar y salió a la primera. Se trataba de un bloque grueso de un acartonado tono verde mentolado que saqué de entre una gran pared multicolor de libros uniformes. Desde lejos, el oscuro hueco que su ausencia dejó en esa estantería evocaba el rezago de la tecla faltante que yo acababa de arrancar de aquel mudo piano arcoíris. En la portada, la heráldica JAS de sus iniciales acompañaba al título “Obra Poética” mientras que en el respaldo la máxima “El mayor poeta colombiano” era la contundente consigna con la que empezaba la descripción de sus hazañas literarias.
Allí estaba yo, a pocos metros de la Puerta de Alcalá y con el legado de José Asunción Silva en la mano, un tesoro inmortalizado por la magia de la imprenta gracias a la loable labor de Hiperión, la heroica librería-editorial (una particular mezcla de alquimia de la que cada vez quedan menos) que desde hace casi 50 años se especializa en la edición independiente de poesía en español. Aunque miles de kilómetros y un océano entre medias separan a Hiperión de las calles de la Candelaria que inspiraron a nuestro hombre del billete de $5.000, su memoria sigue viva en aquel inesperado recinto de la Calle Salustiano Olózaga.
Su único local, ubicado en el centro neurálgico del Madrid turístico, es el último refugio de locos y soñadores. Allí, tras atravesar el portal coronado por las colosales letras doradas dignas del titán que cedió su nombre, sus visitantes penetran en una atmósfera color mostaza, ectoplasma imaginario que marina en almíbar los versos durmientes que tapizan sus estanterías a la espera paciente de aquellos que quieran leerlos. “Pero el Nobel de Louise Glück en algo habrá ayudado a atraer nuevos lectores, ¿no?”, le pregunto al dependiente que me responde con una mirada ojerosa, mezcolanza entre incertidumbre y estoicismo. Y es que resistir ha sido desde siempre la mejor virtud de Hiperión, creyendo durante casi medio siglo en un género literario que con los años parece mutar hacia una literatura de nicho, selecta y exclusiva.
Pero es que más allá de los números, la labor social de los traductores de Hiperión es de lejos su activo más valioso en la escena cultural española, ya que son pioneros en la publicación de autores refundidos del lejano oriente que no encontrarían su camino hasta este lado del charco de no ser por la Ruta de la Seda que esta editorial les tiende. Sus textos, tanto académicos como compilatorios, son referentes esenciales para comprender el intrincado sistema japonés de poesía haiku. Y como si todo esto fuera poco, su prestigioso Premio Hiperión de Poesía es desde 1986 la cantera de prometedoras plumas que ven en dicho galardón una plataforma inigualable para dar a conocer todo su talento.
En resumen, Hiperión es una librería total, un movimiento rebelde que entre rima y rima ha implantado un estilo propio al que podemos confiar sin miramientos la salvaguarda de la maravillosa obra de José Asunción Silva.