Emociones electorales | El Nuevo Siglo
Viernes, 6 de Mayo de 2022

En una democracia, por naturaleza imperfecta ya que desestima a las minorías, las emociones resultan determinantes a la hora de elegir. ¡Cuidado!

El proselitismo político y la manipulación van de la mano.  Esto, por supuesto, no es para nada novedoso, por lo cual resulta tan peligroso, ya que se ha normalizado y ahora hace parte del paisaje politiquero. Tampoco es un asunto de ideologías ni se trata de en qué lugar del espectro político nos encontremos. Recurrir a las emociones, exacerbar los ánimos y generar con ello confusión es el pan de cada día. Los políticos lo seguirán haciendo, pues es una fórmula probada y comprobada para ganar electores, que va acompañada de la compra de votos y demás delitos electorales. Por ello, si de verdad queremos que esto cambie, debemos empezar por nosotros mismos, revisar nuestras emociones y preguntarnos desde dónde estamos decidiendo.  Se trata, así, de ampliar la consciencia.

Las emociones son legítimas a la hora de votar.  Claro que podemos hacerlo desde la rabia, de vernos estafados una y otra vez por personajes que solo han llegado y siguen llegando a cuidar sus propios intereses y los de los clanes que representan. Es lícito sentir indignación por volver a ver en cargos de elección popular a quienes se saltan la Constitución para favorecerse a sí mismos. Puede causar estupefacción repetir la historia, una y otra vez.  Es válido sentir miedo ante el cambio y tratar de controlar a toda costa la inevitable incertidumbre.  Para muchas personas también resulta casi que natural elegir a partir del resentimiento y del odio. 

Todas esas emociones las experimentamos los seres humanos, pero no estamos condenados a perpetuarlas.  Hacerlo, seguir el juego de los egos, profundiza la de por sí insana dinámica electoral: confrontación, contienda, disputa, palabras talladas con mármol en los corazones de la mayoría de las personas.

Sí, mientras no avancemos a dinámicas de representación y gobernanza más sanas que la democracia, como por ejemplo la sociocracia -palabra que ni siquiera reconoce el autocorrector–, seguiremos en el círculo vicioso de emociones de baja frecuencia.  En la medida en que vayamos despertando, proceso que parece lento y que se puede desencadenar súbita y colectivamente, podremos decidir realmente desde otras emociones más altas en la frecuencia vibracional: confianza, alegría, optimismo, lo que va junto con respeto y sentido de unidad.  En ello se manifestaría la fuerza del amor, que es mucho más que una emoción. 

Te invito a que revises desde dónde estás decidiendo, a qué emociones le estás dando cabida.  Cuando lo hacemos y somos conscientes del lugar en donde estamos, empezamos a gobernarnos a nosotros mismos.  ¡Y ese sí que es el verdadero poder, desde adentro!

@edoxvargas