Un orangután en la OEA
Más de cien años han transcurrido desde que se celebró en Washington la primera conferencia hemisférica. Entonces como ahora mantiene su vigencia la preocupación por la unidad continental, el respeto a la legalidad, la defensa de los derechos humanos y la protección de las libertades y garantías públicas.
Hoy todos esos propósitos se conjugan en la salvaguarda de la democracia como el sistema idóneo para garantizar las libertades fundamentales. Un sistema que, a pesar de sus imperfecciones, delega en los ciudadanos el poder de mejorarlo para poder fiscalizar a sus representantes y cambiarlos a través de las urnas. A falta de estas garantías el sistema se pervierte y se escenifica un remedo de democracia, dando paso a los protagonismos autocráticos.
Este empeño por la legalidad democrática tuvo su momento estelar en 1967 cuando se creó el andamiaje para la defensa de los derechos humanos, ordenada por la Carta de la OEA. La Corte y la Comisión Interamericana de DD.HH. fueron el fruto de este esfuerzo y su trabajo se convirtió, con el pasar del tiempo, en la columna vertebral de la juridicidad institucional del organismo. Fueron y son el refugio y la custodia de nuestros más caros derechos ciudadanos a lo largo y ancho de las Américas. En lo personal fuimos testigos de primera línea de sus valiosos quehaceres cuando, con motivo de la crisis de la Embajada Dominicana, tuvimos el honor de coordinar in sito los trabajos de la Comisión, presidida por el venezolano Andrés Aguilar y cuyo eficaz desempeño le dio honorable salida al conflicto terrorista. Y como en este caso, son numerosos los que atestiguan los meritorios servicios de ambos entes a nuestro bienestar jurídico.
Por todo ello es inadmisible recorte alguno de nuestras libertades públicas, permitiendo el menoscabo de sus funciones, pues ellas forman parte del legado más sustantivo de la Organización de Estados Americanos.
Conocedores de su poder tutelar hoy los falsos demócratas o socialistas de nuevo cuño quieren limitar y maniatar tanto a la Corte como a la Comisión. Asistimos así, con vergüenza patria, al triste espectáculo que estamos dando desde San Carlos, aupando los embates que está haciendo este verdadero Orangután. Es imperativo que nuestra, siempre bella pero a veces irreflexiva, Canciller y el reciente designado embajador en la OEA pongan fin a estos peligrosos escarceos que de concretarse pueden propinarle herida mortal a la organización hemisférica. Chávez y sus secuaces lo saben. Nuestros guardianes de la heredad diplomática parecen ignorarlo.
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Adenda.Estamos convencidos de que la piromanía política del expresidente Uribe facilitará que el presidente Santos reunifique, en torno suyo y de sus aspiraciones reeleccionistas, al Partido Liberal.