Error y aprendizaje | El Nuevo Siglo
Viernes, 4 de Febrero de 2022

El desarrollo de la consciencia es un camino con baches. Es difícil recorrerlo: así como hay avances, también hay retrocesos.

Estamos en una existencia donde la tendencia es al caos, a que cada día crezcan los niveles de entropía. En palabras más sencillas, la tendencia natural del planeta es a que las cosas se enreden, se enturbien, tanto en lo individual como en lo colectivo. En lo colectivo, en pleno siglo XXI, seguimos con amenazas de invasiones y guerras en Europa, a pesar del fin de la guerra fría. En Colombia seguimos con ataques guerrilleros y las bandas de narcotraficantes y neoparamilitares al alza, pese a tantos procesos de paz. Esto es solo una muestra de que la evolución no es una recta ascendente, sino un proceso con subidas y bajadas, fluideces y obstáculos. 

Otro tanto ocurre con la vida personal, en la que también aprendemos tanto de los aciertos como de los errores. ¿Cuántas veces nos equivocamos? Cuantas sean necesarias, hasta aprender aquello que requerimos para construir nuestra propia evolución. ¿Tropezamos más de dos veces con la misma piedra? Aunque el dicho popular dice que esto no se debe hacer, la vida real nos puede mostrar otra cosa.  Y nos estrellamos con las mismas rocas y nos metemos en los mismos huecos tantas veces sean necesarias para aprender. Claro, lo ideal sería hacerlo con el primer error, pero no fue así como aprendimos a caminar ni a leer. Nos equivocamos. ¡Y bastante!  Solo mediante las equivocaciones podemos aprender, por lo cual es necesario desarrollar la compasión con nosotros mismos. Solo cuando nos amamos incondicionalmente y nos abrazamos tanto en el error como en el acierto. ¡Sobre todo en los yerros!

Como la vida no es lineal sino compleja, surgen a cada instante un sinnúmero de manifestaciones que nos ponen en jaque.  Se nos cruzan las emociones no elaboradas con los instintos más primarios; cuando ello sucede, nuestras acciones pueden llegar a ser no de conexión con el Todo, por más de que contemos con algo de recorrido espiritual y de consciencia, sino de desamor, por nosotros mismos, los otros y el planeta. ¿Cómo logramos mantenernos conectados?  La respuesta está en la meditación, la respiración consciente y la oración.  No podemos solos; necesitamos el apoyo espiritual.  Tampoco estamos solos: tenemos, literalmente, huestes celestiales que nos auxilian cuando estamos perdidos.  Esto no es un asunto de fe, sino de certeza, de reconocer cuántas veces en los peligros más extremos somos rescatados para continuar con nuestra evolución.

Desde la compasión podemos ver los errores como nuevas oportunidades de aprendizaje.  Desde el amor incondicional podemos dejar de juzgarnos.  Desde la certeza podemos sentir la presencia de Dios a cada paso.

@edoxvargas