La torre de Babel
Según la versión bíblica los hombres, después del diluvio, se establecieron en la tierra de Sinar y resolvieron, para no volver a sufrir una catástrofe igual, construir una torre tan alta que les sirviera de refugio en el futuro; enterado Jehová de sus propósitos descendió y confundió sus lenguas de manera que no pudieran más comunicarse los unos con los otros. (Génesis 11).
En esta época de las comunicaciones masivas al instante, generar mensajes es tan sencillo que son pocas las personas que están exentas de recibir información desde todos los puntos cardinales. Supuestamente se habla un mismo idioma, sin embargo, es curioso, el punto de partida suele ser ordinariamente el mismo. El origen del comentario o la noticia suele corresponder a una sola fuente, una fuente que como pólvora se encarga de ampliar la cobertura del correo valiéndose de las redes sociales.
Las ahora tan ponderadas redes sociales se convierten velozmente en un medio de comunicación anónimo que utilizando el Twitter, la Internet, el Facebook y otros similares movilizan la opinión del público que, indudablemente, se convierte en mecanismo de presión social incontrolable. No obstante, si se le sigue la pista al dato o sugestión no es complicado descubrir al autor de la especie.
En el ambiente nacional, para no viajar muy lejos, por ejemplo, referir lo ocurrido en Egipto o Libia, la caída de la reforma constitucional tuvo su causa próxima en el diluvio de mensajes que se enviaron a diestra y siniestra promoviendo un referendo revocatorio con frases envenenadas subliminalmente y que el receptor apropió apasionadamente pero sin digerirlas inteligentemente; prueba de ello es que muchos de los que se apuraron a firmar la solicitud del referendo no tenían la menor idea acerca del contenido de la reforma ni de sus equivocaciones, simplemente se trata de darle salida a un resentimiento latente con la clase política y con el sistema.
El Gobierno se sintió intimidado y actuó con precipitud sin medir las consecuencias. A renglón seguido la campaña redobló sus esfuerzos y la multitud se ha enseñoreado con el triunfo aparente; todo apunta a la desinstitucionalización de la política. Crear la confusión entre la masa es la intención, porque en río revuelto la ganancia es de los pescadores.
No se trata de renegar de las redes sociales; lo que preocupa es que se abuse de la ignorancia política y se estimulen sentimientos que alimentados con odios intestinos se convierten en tormentas en las que navegar en la nave del gobierno se convierte en riesgo impredecible. Para que esa ingente comunicación con los electores no sea una suerte que conduzca al pueblo a zozobrar en sus intentos de reivindicación de los derechos añorados en sus doscientos años es preciso que se haga un gran esfuerzo para que con educación y cultura democrática se evite caer en el mar de los sargazos.