FUAD GONZALO CHACÓN | El Nuevo Siglo
Domingo, 8 de Julio de 2012

Mi vaticinio biométrico

 

Dos hechos recientes, y aparentemente divergentes entre sí, guardan una fina relación intrínseca que nos permite develar la paradoja del avance de la ciencia en nuestro país, al tiempo que nos apremia entre tanta paquidermia para asumir con seriedad el compromiso de acercar la tecnología al Estado, en pos de sus ciudadanos.

Por un lado tenemos el gallardo experimento llevado a cabo en las pasadas elecciones atípicas para Gobernador del Valle del Cauca, exitosa y osada apuesta de la Registraduría que graduó con honores la identificación biométrica de los electores. Por el otro encontramos el estreno del Sistema de Transporte Público en Bogotá, donde a falta de una tarjeta para pagar sus pasajes los usuarios deberán llevar dos durante al menos 5 meses, todo esto como producto de un inexplicable cruce de cables de los operadores del sistema que no ayuda a amenizar en lo mínimo la ya de por sí traumática experiencia de la movilidad capitalina.

En 1892 se logró el primer esclarecimiento de un delito gracias al estudio de las impresiones dactilares, este avance fue alcanzado por el policía croata-argentino Juan Vucetich. Desde entonces es un dogma de la ciencia universal el hecho de que no existen dos huellas dactilares iguales, pero a pesar de este revolucionario descubrimiento ha pasado un siglo donde no se le ha sacado el jugo suficiente, sobre todo en nuestro país. Por ello veo la urgencia y obligación de incitar la retoma de este patentado método en la vida diaria del colombiano.

Las posibilidades que se le abren al país con un futuro biométrico son infinitas, pero para acceder a ellas deberá dejar atrás los miedos insulsos que el cambio trae consigo. Estamos ante una tecnología asequible para el bolsillo de la Nación y con efectividad reforzada gracias a la base de datos de huellas digitales que la Registraduría construyó con la renovación de cédulas que ejecutó.

Si Colombia decide dar el salto estaríamos a la vanguardia global en los matrimonios simbióticos entre cotidianidad y ciencia. No debemos reservar nuestros índices y pulgares sólo para votar cada 2 años cuando podríamos desenfundarlos con seguridad infranqueable para pagos de compras y servicios públicos, ingreso al transporte público, atención en el sistema de salud, registro para el acceso a edificios o eventos, inventario de la población carcelaria, estrategia contra la suplantación o la confusión por homonimia y miles de alternativas más que se desplegarían como un abanico de avanzada.

En el pasado quedarían las odiosas tarjetas, ellas siempre tan fáciles de clonar o extraviar, que a más de uno le han amargado el día por motivo de su olvido. En una era de IPads, celulares touch, discos duros en la nube e inventos que piden vía a una realidad inalámbrica y multiconectada, no tiene sentido seguirle rindiendo devoción a un carné de plástico. En el vaticinio biométrico que les propongo, todo, absolutamente todo, estaría al alcance de nuestras manos, literalmente. Sólo hay que tomar la decisión de no temerle al hoy y empezar a edificar el mañana.

fuad.chacon@hotmail.com