Irán ha anunciado, con bombos y platillos, la conformación de una alianza en el Océano Índico.
Según lo previsto, esa alianza estará destinada a “garantizar la seguridad en el área”, pero, sobre todo, a “liberarla de fuerzas ilegítimas”, léase EEUU e Israel.
De semejante tejido militar harán parte nada menos que Arabia Saudita, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Bahréin, Irak, India, Pakistán y el propio Irán, claro está.
El problema está en que, justo cuando se esperaba que los saudíes se vincularan al cordón estratégico de los Acuerdos de Abraham impulsados por el presidente Donald Trump para normalizar las relaciones entre árabes e israelíes, Riad anunciaba el restablecimiento de relaciones con Teherán gracias a la ingeniosa mediación de China.
En tal sentido, China se adelantó diplomáticamente a los EEUU y se convirtió, de un momento a otro, en un actor decisivo en Medio Oriente, convirtiendo en funcionales a los dos Estados que se disputaban el control en el área e inclinando la balanza estratégica en contra de Jerusalén.
Por otra parte, también es impactante que India se incorpore a la iniciativa persa ya que, hasta ahora, ha hecho parte de la Alianza QUAD (“Quadrilateral”) liderada por EEUU contra China.
En pocas palabras, la Alianza Estratégica Ilimitada (AEI) sinorrusa está funcionando impecablemente y sus logros, en solo año y medio, son verdaderamente sorprendentes.
Por supuesto, este movimiento en el tablero obligará a Washington a perfeccionar al máximo sus lazos de seguridad en la región.
Esos lazos se extienden gracias a alianzas yuxtapuestas como ANZUS y AUKUS, reforzadas por un efectivo cordón de acuerdos bilaterales suscritos con Indonesia, Vietnam, Malasia y Filipinas.
Sin embargo, todo ese tejido de seguridad se ve ahora muy afectado por la ingeniería naval y aeroespacial de China.
En este momento, la Armada china ya supera en unidades a la norteamericana, y es mucho más joven y moderna, con lo cual, en poco tiempo su movilidad y flexibilidad la superará con creces.
Incluso, es plausible considerar que la nueva alianza impulsada por Irán sea la pieza que le estaba haciendo a Pekín en su rompecabezas para sentirse respaldada antes de emprender la ineluctable invasión a Taiwán.
Obviamente, ese asalto sobre Taipéi causaría un seísmo económico global, principalmente en materia de alta tecnología, pero tanto chinos como norteamericanos están haciendo sus previsiones al respecto, de tal manera que, en el fondo, la variable estrictamente militar pasa a ser la esencial, con todo lo que implica la noción de operaciones multidominio.
En definitiva, la nueva alianza iraní conmociona sensiblemente el escenario estratégico a escala planetaria, beneficia enormemente a las pretensiones sinorrusas y opera como un estresor adicional para los intereses occidentales.
Entonces, esta nueva alianza dilucidará con qué actores puede contar cada superpotencia al momento de manejar los delicadísimos escenarios estratégicos que ya se les están viniendo encima.