GUILLERMO LEÓN ESCOBAR | El Nuevo Siglo
Martes, 3 de Julio de 2012

La falsedad

 

El teatro es uno de los grandes pilares de la cultura mundial. En él se hablaba del “hypocrites” para indicar aquella persona que -pasando por encima de lo que era naturalmente- representaba a otra. A veces era tanta la maestría de estos actores que sólo podían ser en adelante el personaje que representaron. El hipócrita es eso, alguien que representa lo que no es, que no dice la verdad, que no se inmuta y si lo hace no lo siente. Hace días se viene observando a los grandes líderes de una Europa en decadencia. Causan risa o lástima según se les vea. Todos faltan a la verdad y las gentes lo saben. Pero representan magistralmente su papel, el libreto que se han comprometido a transmitir. Y al hacerlo no conocen límites.

En todos los ámbitos encontramos a este tipo de personas. Los hemos visto: políticos, financistas, líderes religiosos, académicos a sueldo, asesores y consultores. No se les puede creer; pero sí aplaudirles  la maestría de la representación.

Frente a lo acontecido con la “Reforma de la Justicia” he llegado a convencerme de que la maestría de la “hipocresía” habita en nuestro país. Oyendo y viendo a la mayoría de nuestros líderes tuve la certeza de que esa capacidad de fingir no tiene límites. No se puede esperar de ellos la verdad no porque sean “malhechores” sino por la sencilla razón de que nunca se han interesado por ella. Lo que grave es que con el ascenso de tantos maleducados se ha perdido la elegancia de la lengua, el buen decir que disimulaba en algo la mentira. En eso todavía nos llevan ventaja los europeos porque ellos faltan aún a la verdad pero aún con relativa elegancia. Es cierto que no son todos y que hay gente honesta pero precisamente a esos la mayoría de los medios de comunicación no les otorgan la palabra.

Ahora cuando se dieron cuenta de que el país no aguantó más les dio por hablar (“palabras, palabras, palabras”, escribía Schakespeare)

Alguien con algo de tino recomendaba a los locuaces “hipócritas” (actores) de nuestro país con las palabras sabias de la antigüedad: “cállense porque si callan  creerán que están pensando”, lo que contribuiría grandemente al buen nombre de nuestros “políticos”.

Los culpables de ayer, los que no leyeron lo que aprobaron, los que colgaron textos que degradaban el sentido de la honradez jurídica y malograron la “conciliación” que les fuera encargada, los que pensaban sacar ventajas propias de los textos quieren aparecer ahora como salvadores, como patriotas impolutos, héroes de una democracia en la que no creen. En fin, la primera víctima de la política real es la verdad.

Dice la sabiduría popular que “primero cae un mentiroso que un cojo”; eso no es cierto entre nosotros. Los cojos han venido cayendo y nuestros “hypocrites” (actores) del Parlamento ni siquiera se desequilibran.

guilloescobar@yahoo.com