HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 7 de Julio de 2013

Omar Yepes y el conservatismo

 

Los   partidos surgieron desde que el hombre es hombre. Por pensar diferente, Caín mató a Abel. Siempre los ambiciosos quieren aplastar a los débiles, los ricos a los pobres, los blancos a los negros y los de sangre azul a los plebeyos. En la infancia del mundo los más inteligentes y de supuesta mejor familia entronizaron dinastías. La rivalidad es la ley inexorable de la vida. Unas situaciones y unos comportamientos son criticados y rechazados por otros. Todo esto origina lucha, desconcierto y emulación. Y está bien. Los hombres y las ideas nacen, crecen, llegan a su culminación, después declinan y hasta desaparecen. Por eso con entereza y carácter, Omar Yepes ha dicho, al asumir la dirección del conservatismo, que la vocación natural de la derecha tiene que ser el poder. Ni grupismo, ni alianzas burocráticas, ni estrategias disidentes. El conservatismo tiene su propio potencial, su fuerza, su ideología y su mística. Ante un país fragmentado, atomizado y pulverizado, el que se muestra más cohesionado y disciplinado, indiscutiblemente se impondrá. En mis libros he demostrado con estadísticas y argumentos, cómo el conservatismo ha gobernado 22 años más que el liberalismo al país por su vocación jerárquica. El liberalismo y otros movimientos con sus doctrinas disolventes, con el derecho a disentir, con tesis del “libre examen”, han sufrido estruendosas derrotas. La sabiduría popular repite: “la unión hace la fuerza”. Unidos somos más y valemos más.

El panorama que reina en el conservatismo y en otros movimientos es complejo y difícil. Pero Omar Yepes es un hombre experimentado, con autoridad, con buenos proyectos y sabrá sacar avante al partido de Caro, de Suárez y de Laureano Gómez. Los grupúsculos se ven por todas partes. No es dificultad exclusiva de los azules. La política es por encima de todo un ejercicio de inteligencia, de visión, de habilidad y de capacidad. Núñez sostenía que en la actividad pública, no siempre dos más tres son cinco. Si a siete le quitamos dos, quedamos en cinco.

Álvaro Gómez Hurtado habló de un acuerdo sobre lo fundamental. Y en este punto, tirios y troyanos estamos unánimes en relación con el subdesarrollo y el estancamiento que nos aniquila. Cuando se habla de estancamiento surgen estos temas desesperantes: desempleo, baja productividad de la economía, explosivas tasas de desnutrición, elevados índices de morbilidad, altos niveles de trabajo informal, encumbradas cifras de analfabetismo intelectual y funcional, cinturones de vivienda precaria en torno de las grandes ciudades, insalubridad, inseguridad, salarios de hambre, mezquina renta per cápita, bajos índices de industrialización, atraso en servicios modernos, tecnologías obsoletas, carencia de investigación científica.

Todos los gobiernos se dedican a apagar incendios. Hacen lo más urgente, no lo más importante. La demagogia y el populismo incitan al paternalismo y al asistencialismo. Al resolver lo agobiante y lo crucial les damos la espalda al desarrollo y al crecimiento económico. Un presidente de México, Lázaro Cárdenas, expresó: “Es más rentable construir un kilómetro de carretera que construir cinco escuelas”. La carretera impulsa la productividad y con dinero se pueden pagar maestros y aulas. Los gobernantes están en el deber de mirar cara a cara el tema del progreso material, para asimismo ayudar financieramente a los más débiles. Necesitamos un millón de empresarios, de gerentes, de ejecutivos y de constructores socioeconómicos.