HORACIO GÓMEZ ARISTIZÁBAL | El Nuevo Siglo
Domingo, 12 de Enero de 2014

Fernando Mazuera

“Tributo de Sociedad Bolivariana a este varón memorable”

 

Uno de los pecados que más se critica a la condición humana, es la ingratitud.  Por eso repito, “nada viene de tan alto como la justicia”. Y por eso fue lo que hizo Miguel Santamaría Dávila, dinámico presidente de la Sociedad Bolivariana de Colombia, al descubrir una placa bautizando una de las salas de esta Academia, con el nombre ilustre de Fernando Mazuera, por haber donado como Alcalde Mayor de Bogotá, el hermoso inmueble en que se levantó la memorable, que por su calidad arquitectónica, por la amplitud de sus salones y el colorido de sus jardines fue inaugurada por el más excelso   de los poetas colombianos: el Maestro Guillermo Valencia.  En este recinto se le rinde culto a la historia, a Bolívar, a los grandes del pasado, a la cultura y a la inteligencia.

El reconocimiento a Fernando Mazuera contó con la presencia de casi todas las personalidades humanísticas y sociales de Bogotá. Fernando Mazuera fue un gigante en el campo urbanístico. Dejo huellas de león por donde pasó, como en Bogotá cuando asumió la dignidad de Alcalde Mayor. Hacía poco, el 9 de abril había convertido a la capital en un puñado de cenizas. Los pirómanos convirtieron la metrópoli en un campo desolado. No olvidemos que uno de los grandes méritos de Mazuera fue producir el milagro de la “Bogotá Moderna”. Diseñó avenidas, impulsó la construcción de soberbios edificios, construyó parques y levantó, con asombro de todo el mundo, los primeros puentes. Tuvo la visión de grandes avenidas como la circunvalar, la Boyacá, la 26, ejecutadas más tarde, gracias al talento enorme de Gaitán Cortes y Virgilio Barco. Fernando Mazuera por su asombrosa capacidad como estadista, había podido ser un gran presidente en Colombia. A veces la democracia incurre en omisiones imperdonables. Son estos hombres de acción, al estilo de Rafael Reyes, los que jalonan a las naciones y dan los impulsos históricos que tanto necesitan las comunidades tercermundistas.     

Miguel Santamaría Dávila y la hija de Fernando Mazuera intervinieron en el austero acto académico, en que se exaltó a este insuperable burgomaestre. “Que hombres, que épocas”. Pasamos de los gigantes a los enanos; de los hombres grandes como las montañas a los seres insignificantes. En tiempos de repugnante decadencia, los pueblos se dan los gobernantes que se merecen. El hombre aprende y es el dolor el que le enseña.

En alguna recepción de la Embajada del Perú, le decía a Alexandra Kling Mazuera, talentosa nieta de Fernando Mazuera, que la mejor semblanza de su abuelo la hizo el presidente y filósofo Darío Echandía al prologar un libro de este gran valor, que tituló: “Cuento Mi Vida”. Fernando Mazuera sostenía que el que tocara ilícitamente los dineros públicos, debía ser incinerado. Y Darío Echandía expreso: “Los políticos pueden meter las patas, pero jamás pueden meter las manos”.  Colcultura o la Alcaldía debería reeditar este libro. Y se podría incluir en el volumen tantos artículos escritos sobre este varón memorable.