Horacio Gómez Aristizábal | El Nuevo Siglo
Sábado, 25 de Junio de 2016

El poder de la prensa

NINGÚN poder reconocido por las leyes y controlado directa o indirectamente por la nación iguala a la prensa en poder real, en eficacia, en extensión, en rapidez. Ella cuenta por otra parte con fieles colaboradores: la radio y la TV.

 

Estas tres fuerzas coordinadas pueden en un momento dado paralizar la acción del gobierno, levantar en armas al pueblo, arruinar los fundamentos del orden y lanzar al caos a las naciones mejor constituidas. Y esto lo puede hacer impunemente, fuera del ámbito de todo control en la mayoría de su historia. Este poder de difusión, herencia del derecho de expresión, ha venido a ser en el mundo moderno una fuerza sin límites, ni medida: es el solo poder, en los estados, completamente irresponsable y esto es tremendamente peligroso. ¿Se equivoca el gobierno? Muchas veces su sanción es la caída. ¿Un parlamentario falta a su cometido? El elector puede aplicarle su sanción, lo puede rechazar. ¿Un juez falta a su deber? Puede ser castigado por la prensa.

 

La prensa por su parte, en la realidad, tiene todos los derechos y no tiene deberes, tiene todas las licencias y ninguna sanción efectiva. Solamente ella escapa a la ley primordial de las democracias rectas: equilibrio de derecho y deberes, poderes y de responsabilidades, de grandezas y de caídas.

 

El poder de la prensa es inmenso porque precisamente se funda en lo más profundo de la naturaleza humana. Esencialmente su fuerza está en el subconsciente que obra por la propaganda y va corroyendo los muros como el mar va desfigurando las rocas. El subconsciente es solicitado por la repetición de una fórmula o de una imagen repetida con frecuencia, obsesivamente, de tal manera que ella acaba por imponerse y vencer las repugnancias.

 

Poder tremendo el de la prensa, que día a día va depositando los gérmenes de nuestras ideas, de nuestra visión de la vida, que va arrancando de nuestro interior la imagen de nuestra íntima personalidad y forjando la imagen del periodista anónimo que allá, entre tintos, linotipos y blancos rollos de papel, como en inmenso estudio de radio, controla al mundo.

 

Tremenda responsabilidad por su fuerza pedagógica y vital. La prensa es arma de dos filos; puestá al servicio de la verdad y del bien nos llevará a mundos mejores, habrá devastado eso que en todo hombre hay de burdo y pesado; puesta al servicio de la fuerza, del maquiavelismo político o de la demagogia nos llevará a las mayores situaciones sociales.

 

Un periódico es una presencia viva y múltiple que se extiende más allá de las previsiones humanas. Las hojas aún húmedas de la tinta reciente ¿Dónde van? ¿A dónde no van?; él es el gran resonador del universo, el mundo se achica y los hombres dejan sus ecos de dolor o pasión en sus páginas, el periódico reconstruye todos los días el mundo que muere y lo más trágico es que no sólo puede deformar su visión, sino que puede juzgar los sucesos y este juicio es el juicio de millones de lectores que no tienen tiempo para descansar por sí mismos.