Redes y poderes
Aparentemente superada la crisis que se generó por el desbordado ejercicio de las funciones de la comisión del Congreso de la República que tuvo a su cargo la conciliación del texto del acto legislativo de reforma a la justicia que amenazaba con partirle la columna vertebral a la Constitución de 1991, las aguas distan mucho de haberse encauzado.
La necesaria, pero audaz movida del Presidente de la República de objetar la reforma constitucional que finalmente logró el consenso de las bancadas mayoritarias del Congreso para el hundimiento del acto legislativo, dejó muchos resentimientos que deberán repararse con precisión de cirujano para no afectar su gobernabilidad.
Esa es sólo una consecuencia de los frenéticos acontecimientos que la semana pasada parecieron llevar al país por una especie de montaña rusa de la que todavía no nos bajamos. Hay otras, tan graves o tan imprevistas como la anterior.
La desconfianza institucional debió llegar a los niveles más bajos en muchos años, pues, directa o indirectamente, la opinión pública terminó responsabilizando a todos los poderes, de la casi debacle que estuvimos a punto de padecer. Y en medio de esa supuesta hecatombe que cada uno aumentaba o disminuía en intensidad, de acuerdo con sus propios intereses, el país vio una luz de esperanza en el negro túnel de la apatía ciudadana al atribuirle a las redes sociales el poder de presionar al Presidente para impedir la vigencia del acto legislativo que todos veían tan nocivo.
No parece que el número aún mínimo de quienes tienen y manejan twitter, facebook, sms y todos los demás artilugios de la tecnología moderna tenga en Colombia el poder que le atribuyen algunos optimistas. Más bien resulta claro que fueron los medios de comunicación tradicionales los que armaron el zaperoco que presionó la actuación del Presidente. Encomiable que eso haya sucedido, pero no hay que olvidarse que esos medios son los mismos que en su mayoría se alinearon con el embrujo autoritario que durante 8 años, ese sí, casi acaba con la poca democracia que todavía nos queda.
Tan poco y efímero es el poder de las redes sociales en Colombia contra las formas habituales de la politiquería que sólo media semana después y a pesar de estar alineadas con el voto en blanco, no pudieron impedir o siquiera poner en peligro la elección de un caracterizado miembro de esa clase política tradicional como Gobernador del Valle del Cauca, un departamento que ha sufrido como el que más por sus abusos.
En contrario, durante la crisis producida por la aprobación del acto legislativo de reforma a la justicia, quedó patente que un pantallazo en televisión o una portada en un periódico nacional o regional todavía siguen siendo más importantes en Colombia que 100 twitter.
Probablemente en Bogotá, o en los centros urbanos y en determinados estratos, las redes sociales tengan influencia notable, pero todavía falta mucho para que en Arjona (Bolívar) o en Nuevo Colón (Boyacá) pese más un twitter que un titular de El Heraldo o El Nuevo Siglo, respectivamente.
@Quinternatte